Este fue el sermón predicado el 6 de octubre (día de Comunión Mundial) por la Rev. Marissa Galván Valle.
Sobremesa
En las culturas de habla hispana, existe una preciada tradición conocida como la sobremesa. Esta se refiere al tiempo que se pasa en la mesa después de una comida, entablando conversación con familiares o amistades. No hay prisa por recoger los platos ni una hora fija para concluir la charla. El propósito de la sobremesa reside en la relajación, la conexión y el intercambio de experiencias, un diálogo que suele extenderse mucho después de haber terminado la comida.
Aunque generalmente estas reuniones ocurren en la mesa del comedor, la sobremesa puede desarrollarse en cualquier lugar: vestíbulos de hoteles, balcones, terrazas, automóviles o incluso bancos de iglesia. Valoro profundamente este tiempo, pues algunas de las conversaciones más significativas que he vivido se han dado en estos espacios. La sobremesa ha sido para mí una oportunidad para conocer a otras personas de manera más profunda, compartir ideas y temores, y soñar en voz alta. Las sobremesas más memorables que he experimentado han tenido lugar alrededor de una mesa, un espacio que parece seguro, abierto y acogedor. De hecho, este espacio fue santificado por Jesús mismo al establecer una sobremesa sagrada en su mesa.
Sin embargo, este espacio sagrado no está exento de ser profanado o irrespetado. Una sobremesa destinada a la conexión y la comunión puede convertirse, a veces, en un espacio para el abuso verbal, un campo de batalla de palabras que no conduce a ningún lugar. En lugar de fomentar la conexión mediante experiencias y esperanzas compartidas, esta puede llegar a generar división y desconexión.
Cuando poner a prueba toma el lugar de la sobremesa
Hace unos domingos, les compartí que, a menudo, al escuchar a las personas narrar sus historias, noto que los seres humanos tendemos a presentarnos como los héroes de nuestras propias narrativas. En los relatos de conflicto, con frecuencia nos mostramos como vencedores, como quienes tuvieron ese momento perfecto de «te atrapé», en el que la otra persona ya no puede argumentar más. Pero, ¿es eso realmente una conversación? ¿Es eso una verdadera sobremesa?
Nuestro pasaje de hoy nos dice que Jesús salió de Capernaúm y se dirigió a la región de Judea, más allá del Jordán. Las multitudes se congregaron, esperando escucharlo, y una vez más, Él se preparó para enseñar. No pensemos en que esto sucedió en un entorno formal, como un salón de clases o una sinagoga. En cambio, imaginemos a Jesús rodeado de personas que anhelaban escucharlo hablar, y tener una sobremesa con Él, en conversaciones sin prisa, sin preocuparse por el tiempo.
El texto también menciona que algunos se acercaron a Jesús para ponerlo a prueba, preguntándole: «¿Es lícito que un hombre se divorcie de su esposa?» Algunas personas pertenecientes a la erudición bíblica sugieren que intentaban enfrentar a Jesús con dos escuelas rabínicas que sostenían puntos de vista diferentes sobre el divorcio. Otras personas proponen que buscaban tenderle una trampa para que criticara a Herodes Antipas, como lo había hecho antes Juan el Bautista (Marcos 6,18).
Hablar sobre el divorcio, tanto en aquel entonces como ahora, puede ser un tema polémico. La cuestión de si el divorcio es permisible entre la comunidad fiel sigue siendo motivo de debate. Sin embargo, no deseo interpretar este pasaje de Marcos, como sugiere Joyce Ann Mercer, como un manual para el discipulado individual. No quiero reducir la Biblia a un libro de permisos y prohibiciones, ya que eso sería perder de vista el mensaje más amplio que nos ofrece. Mercer observa, y coincido con ella, que las enseñanzas de Jesús se refieren a la naturaleza de la vida en comunidad y de las relaciones justas entre las personas, con especial atención a quienes son vulnerables a los abusos de poder. Dado que las relaciones íntimas del matrimonio, la familia y los hijos e hijas se encuentran en el corazón de la vida de una comunidad, este pasaje tiene implicaciones tanto personales como profundamente sociales.
¿Cuáles son esas implicaciones personales y sociales? Para mí, este pasaje alude a las conversaciones difíciles que solemos tener con las personas que no comparten nuestras creencias, opiniones, experiencias o valores. En lugar de generar espacios de vulnerabilidad y apertura, a veces transformamos estos momentos en «campos de batalla teológicos y morales», buscando imponer nuestras creencias en lugar de escucharnos mutuamente.
Entonces, ¿cómo comunica Jesús en este pasaje? Examinemos dos elementos clave:
Cambiar la perspectiva: En lugar de responder a la defensiva o enredarse en una discusión legal, Jesús cambia el rumbo de la conversación y anima a sus oyentes a pensar en el panorama más amplio de la visión de Dios para las relaciones humanas. Jesús es conocido por responder preguntas con preguntas, una técnica diseñada para hacer que las personas reflexionen sobre por qué creen lo que creen. En este caso, en lugar de comenzar a dar un sermón largo y crítico o hablar de sí mismo en tercera persona, simplemente pregunta: «¿Qué les ordenó Moisés?».
Hace poco me llamó la atención una publicación en Facebook que desafía a los y las periodistas (y a cualquiera que busque tener conversaciones significativas) a centrarse en las respuestas a los problemas sociales, en lugar de simplemente presentar los problemas. El consejo ofrecía orientación sobre cómo entablar una conversación con personas que no están de acuerdo con usted. Estas son algunas de las preguntas clave para ayudar a guiar tales discusiones:
¿Qué experiencias de vida han moldeado sus puntos de vista?
Imagínese por un momento que consigue lo que desea en relación con este tema. ¿Cómo cambiaría su vida?
¿Qué le gustaría que entendieran sobre usted las personas que no están de acuerdo con usted?
¿Qué le gustaría entender sobre las personas con quienes no están de acuerdo?
¿Por qué esto es personalmente importante para usted?
En la práctica cultural de la sobremesa, las conversaciones a menudo pasan de temas superficiales a temas más íntimos y desafiantes. Idealmente, este debería ser un espacio para la vulnerabilidad y la apertura. Sin embargo, si aborda ese momento con un espíritu de poner a prueba, de tratar de «jugar a atrapar» o con una mentalidad de ansiedad y conflicto, no hay manera de entrar realmente en esas conversaciones más profundas. Las cuestiones difíciles sólo pueden explorarse con un espíritu de confianza y comprensión.
Concentrarse en la gente vulnerable: La decisión de Jesús de acoger a los niños y niñas en sus brazos al final del pasaje sirve como un poderoso recordatorio de la importancia de hacer espacio para las personas vulnerables, especialmente en momentos de conflicto. A menudo, las voces más marginadas en un conflicto son las que más necesitan ser escuchadas. Al poner a las personas vulnerables (la niñez) en el centro de la conversación, Jesús nos ofrece un modelo para asegurar que todas las voces, especialmente las más afectadas, sean incluidas en las conversaciones sobre conflictos.
Leticia Guardiola Sáenz, en su comentario sobre este pasaje, observa que no es coincidencia que Marcos incluya una historia sobre la niñez inmediatamente después de la enseñanza de Jesús sobre el divorcio. Ella sugiere que tal vez esta fue una manera de afirmar a la familia para proteger a la niñez y a las mujeres del abandono, desafiando a quienes escuchaban a hacer el compromiso, para que las personas más vulnerables dentro de la unión pudieran ser protegidas. La niñez a menudo se ve profundamente afectada por el divorcio: lo sufren, a veces en silencio. Al concentrarse en la gente vulnerable, Jesús cambia la conversación de un debate legal a una historia real de sufrimiento y dolor.
La mayoría de los debates que veo en las redes sociales o en la televisión se presentan como argumentos lógicos o declaraciones teológicas. Las opiniones se presentan como hechos, sin pensar demasiado en las consecuencias humanas. Pero ¿qué pasaría si le pusiéramos cara a esas legalidades y teologías? ¿Qué cambiaría si nos concentráramos en las vulnerabilidades de las demás personas, no como puntos para atacar, sino como personas con las que sentarnos a la mesa, para compartir una comida, tener una conversación sincera y aceptar sus puntos de vista y experiencias?
El llamado de la sobremesa: respeto y amor
En el libro que hemos estado leyendo para nuestro estudio bíblico, Obery Hendricks reflexiona sobre las palabras de Jesús en Mateo 25. Él señala que las enseñanzas de Jesús testifican que lo que en última instancia determina si las personas están destinadas al cielo o condenadas al infierno no es lo que hacen en la privacidad de sus habitaciones, ni la regularidad de su asistencia a la iglesia o la sinagoga, ni su grado de diligencia al orar por los alimentos. Según Jesús, lo que determina si el camino de una persona conduce al cielo o al infierno es la forma en que trata otras personas.
Más adelante, Hendricks enfatiza que...
en ningún lugar del Evangelio se dice nada sobre a quién debemos y no debemos amar, solo que debemos amar.
Como he mencionado en otras ocasiones, estoy convencida de que Jesús no borraría a gente en Facebook. El pasaje de Marcos 10,12-16 nos desafía a afrontar conversaciones difíciles con honestidad, compasión y con plena conciencia de las dimensiones más amplias del conflicto. Nos invita a respetar las experiencias de vida de otras personas, incluso cuando no las comprendamos del todo, y a crear espacios para la conversación y el escuchar genuinos. Puede que nos sorprenda lo que descubramos en el proceso.
Will & Harper
Esta semana vi un documental titulado Will & Harper. En él, el actor y comediante Will Ferrell emprende un viaje por todo el país junto a Harper Steele, una escritora de comedia y su amiga demás de más de treinta años. Este viaje tiene un significado especial porque Harper, quien es una mujer trans, está visitando nuevamente lugares y experiencias de su pasado, pero ahora lo hace en su verdadero ser.
Quizás algunas personas aquí se pregunten por qué estoy mencionando un tema tan polémico en este sermón. Les pido que me escuchen.
A lo largo de la película, Will y Harper sostienen diálogos extensos y sinceros que, para mí, capturan la esencia de la sobremesa. Sus conversaciones pasan de ser ligeras y divertidas a crudas y emotivas, especialmente mientras Harper reflexiona sobre su transición y los desafíos sociales que ella enfrenta. Al igual que en la sobremesa, estos diálogos crean un espacio para la comprensión mutua y la conexión emocional, permitiendo que ambas personas confronten sentimientos complejos y realidades difíciles en la seguridad de su amistad.
Sin embargo, la escena que más me conmovió no fue uno de estos momentos protegidos. Harper decide ir sola a un restaurante en Oklahoma, un lugar decorado con banderas confederadas, un entorno que podría ser hostil para una persona trans. Mientras come, Harper inicia una conversación con algunas personas del lugar y comparte su historia. Después de un rato, invita a Will a unirse a ella. La gente comienza a darles la mano y saludarles. Un joven se acerca a Will y le dice: «Me gusta que apoyes a tu amiga».
Entonces, un grupo de nativoamericanos en el restaurante empieza a cantar en su lengua materna, celebrando, ante las cámaras y la atención del momento. Después de salir del restaurante, Harper dice algo profundamente honesto: «En realidad, no tengo miedo de odiar a estas personas. Tengo miedo de odiarme a mí misma».
Se me llenaron los ojos de lágrimas al ver a todas esas personas, cada una vulnerable a su manera, conectándose más allá de los argumentos legales, las creencias teológicas o la propaganda política. Fue un momento de sobremesa, un encuentro de sanidad y esperanza.
Esto me recordó que aún es posible sentarse a la mesa y tener conversaciones que conduzcan al amor, al respeto y a la comprensión. Conversaciones que nos ayuden a alejarnos del odio, no solo hacia las demás personas, sino también hacia nosotros/as mismos./as
Que Dios nos conceda la paciencia para mantener la esperanza y la voluntad de crear estos espacios, porque son más necesarios que nunca. Amén.
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