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¿Se puede vivir abarcando mucho y apretando poco?

  • Foto del escritor: Marissa Galvan
    Marissa Galvan
  • 28 sept
  • 6 Min. de lectura

Sermón predicado el 28 de septiembre de 2025. Basado en Lucas 16, 19-31


Las parábolas de Quino

Durante nuestras vacaciones, tuve la oportunidad de ver un documental sobre Joaquín Salvador Lavado Tejón, más conocido como Quino. Fue un humorista gráfico argentino, célebre sobre todo por crear a Mafalda. Quino vivió tiempos difíciles en Argentina, y usó sus caricaturas para criticar con humor el mundo que lo rodeaba, un humor que no siempre fue bien recibido por quienes ostentaban el poder o la riqueza. En 1976, tras el golpe militar que instauró una dictadura, Quino abandonó Argentina. El nuevo régimen impuso una férrea censura y persiguió a artistas a quienes consideraba disidentes. Quino, cuyas obras denunciaban el autoritarismo, la desigualdad y la injusticia social, no se sintió seguro y se trasladó a Milán, Italia, donde vivió por muchos años.


He pensado mucho en Quino al mirar el mundo en la actualidad. Incluso antes de ver la película, ya había vuelto a leer parte de su obra. Muchas personas hoy miran hacia Europa para intentar comprender lo que sucede en Estados Unidos; yo, en cambio, he estado mirando hacia las Américas, donde la influencia de los Estados Unidos ha marcado buena parte de lo que se ha desarrollado en el sur.


Quiero mostrar una de las caricaturas de Quino —no tiene a Mafalda— que refleja su visión sobre las personas ricas.


Quino: Qué presente impresentable. Editorial Lumen, S. A. Travessera de Grácia, Barcelona. p. 55, 2005
Quino: Qué presente impresentable. Editorial Lumen, S. A. Travessera de Grácia, Barcelona. p. 55, 2005

En ella, gente pobre y trabajadora lleva el pan a un restaurante elegante, donde se reúnen hombres adinerados para comer… solo para terminar usándolo en una batalla de comida.


Esa era la mirada de Quino sobre los ricos y poderosos en sus parábolas visuales: personas encerradas en una burbuja de ignorancia e ingratitud, sin conciencia de lo que sucede alrededor. Podríamos decir que esta crítica resuena con la parábola de Jesús sobre el rico y Lázaro.


Había un rico… y Lázaro

La parábola de Jesús comienza con las palabras: «Cierto hombre era rico…». Son las mismas palabras con que empieza la parábola del mayordomo injusto en Lucas. En su libro Proclaiming the Parables, Tom Long explica que, para Lucas, la palabra «rico» no es neutra. El evangelista la usa varias veces:

  • María canta que Dios «a los ricos los despidió vacíos» (1,53).

  • Jesús «anuncia buenas nuevas a los pobres» (4,18) y advierte: «¡Ay de ustedes, los ricos!» (6,24).

  • También afirma: «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!» (18,24).



Según Long, cada vez que Jesús llama «rico» a alguien,


«las probabilidades son altísimas de que se trate de alguien que vive fuera de la esfera del reino de Dios. Así que, cuando esta parábola comienza con la historia de un ‘hombre rico’, no se nos está presentando solo a un personaje: se nos invita a entrar en su mundo, un mundo ajeno al reino» (Traducción al español por MGV).

En contraste aparece la otra figura: un hombre descrito como pobre. El término griego no significa simplemente «alguien con poco dinero», sino alguien en pobreza extrema, en mendicidad y dependencia total de otras personas: alguien que no tiene nada y debe vivir de la misericordia. Lázaro es tan pobre que, como observa Long, ni siquiera llega por sí mismo a la puerta, sino que lo colocan allí. Ese es el grado de su vulnerabilidad. Está enfermo, cubierto de llagas, con hambre de las sobras de la mesa del rico. Tan débil está que no reacciona ni siquiera cuando los perros vienen a lamer sus llagas. Todo esto resulta irónico en alguien cuyo nombre significa «Dios ha ayudado».


Ambos hombres enfrentan lo que nos iguala: la muerte. Pero incluso allí el contraste continúa. Los ángeles llevan al pobre con Abraham, mientras que el rico va al Hades. Aunque solemos asociar «Hades» con el infierno, en general se refiere al reino de los muertos. Aquí, sin embargo, es un lugar de tormento y separación de Dios, donde se puede ver lo que se perdió. Porque el rico levanta la vista y ve a Lázaro con Abraham, una de las figuras más grandes de la fe y de la historia de Israel.


Padre Abraham, ¡ten compasión de mí!

El rico ve a Abraham —un personaje importante—, pero parece que todavía no ve a Lázaro. O, al menos, no comprende por qué Lázaro está junto a Abraham. Le dice: «Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua porque estoy atormentado en esta llamas».


Leah Shade, en su comentario en Feasting on the Word, interpreta esta actitud como presuntuosa. Esta refleja la misma postura de los ricos hacia los pobres que Quino expuso en su caricatura. Ella escribe:


«Incluso en las profundidades ardientes del Hades, donde debería resultarle evidente que su posición en relación con Lázaro ya no es de superioridad, el rico sigue exigiendo y negociando, con una actitud que insulta tanto a Abraham como a Lázaro» (Traducido por MGV).

El contexto de la parábola es Jesús hablando con hombres que amaban el dinero. En el versículo 15 les dice: «Ustedes son los que se justifican a ustedes mismos delante de los hombres. Pero Dios conoce el corazón de ustedes; porque lo que entre los hombres es sublime, delante de Dios es abominación».


La parábola nos recuerda que no hay compasión para quienes aman el dinero tanto que olvidan la decencia básica y el amor al prójimo. La ignorancia no es excusa. No estamos llamados a vivir en una burbuja de privilegio. Hemos vivido lo suficiente en este planeta para saber que hay personas oprimidas por sistemas que les impiden comer con dignidad y vivir plenamente. Como proclamó Jon Sobrino:


«La pobreza significa muerte. Nuestro pueblo no es pobre por su culpa ni por mala suerte. Son pobres porque los sistemas económicos que generan su riqueza los empobrecen».

Quienes niegan deliberadamente la existencia de la gente pobre dañan no solo a personas como Lázaro, sino a comunidades y generaciones enteras. Y tristemente, ni siquiera ver a los muertos parece convencer a algunos y algunas de su error. Ya hemos visto demasiadas muertes como para no saber qué funciona y qué no. Si algo sirve a unas pocas personas pero no a la mayoría, entonces no sirve en absoluto. Si seguimos negando intencionalmente a la gente pobre, seguiremos viviendo en un mundo ajeno al reino de Dios.


Las parábolas de Quino II

Como mencioné, Quino fue más conocido por un personaje llamado Mafalda. Ella es una niña de seis años rodeada de familia y amistades. Pero a través de sus preguntas y comentarios, se convierte en voz de conciencia, sabiduría y crítica. Es reconocida por sus preocupaciones sociales, sus grandes preguntas y su humor. Quino la usa como espejo del mundo adulto, recordándonos nuestras responsabilidades morales con humor, ternura y una aguda percepción.


Quiero terminar este sermón con otra parábola de Quino. Aquí, Mafalda aparece con su amiga Susanita.


Quino. Sacado de la Internet
Quino. Sacado de la Internet

Aunque es una historieta antigua, Mafalda nos recuerda que la tentación de ocultar a la gente pobre en lugar de darles el lugar que Dios les concede sigue estando en medio nuestro. La parábola de Jesús lo deja claro: Dios no oculta a Lázaro. Dios lo ve, lo conoce, lo levanta, lo nombra y lo sienta al lado de Abraham. Lázaro tiene nombre; el rico no. Dios, en efecto, lo ha ayudado.


El evangelio nos llama a ver, a cuidar y a actuar, no a desviar la mirada. No podemos vivir ignorando a las personas pobres como hizo el rico y luego esperar que nos sirvan en la otra vida. No podemos vivir en este mundo abarcando mucho y apretando poco. No podemos aplaudir cuando alguien habla de perdón y aplaudir también cuando alguien habla de odio. No podemos vivir alabando a la gente rica y echándole la culpa a la gente pobre, pidiéndoles que «salgan adelante por sí mismas» cuando la gente de poder y riqueza ni siquiera quieren que tengan zapatos para echarse a andar.


Oremos, actuemos y luchemos para vivir como personas que reconocen a los y las «Lázaros» en nuestras puertas, y encarnemos el reino de Dios donde nadie queda oculto y todas las personas son amadas y acogidas en la misericordia divina. Amén.

 
 
 

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