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Ilumina

  • Foto del escritor: Marissa Galvan
    Marissa Galvan
  • 13 abr
  • 3 Min. de lectura

Este es el sermón para el Domingo de ramos, predicado por el Pastor Chance KF Mwangomba.


Introducción

Buenos días, comunidad de fe. Hoy nos reunimos para celebrar el Domingo de Ramos, una jornada colmada de gozo y esperanza, marcada por la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como Rey de paz. Este acontecimiento da inicio a la Semana Santa, un tiempo sagrado de reflexión, renovación y revelación. Vamos a explorar el relato de Lucas 19:28–40 y descubrir cómo Jesús, la Luz del mundo, alumbra nuestro caminar.


I. El viaje y la ceguera

El viaje que contemplamos hoy no es solo un desplazamiento físico, sino una transformación espiritual. En el Evangelio según Marcos, el recorrido hacia Jerusalén está enmarcado por dos relatos de sanación de personas ciegas (Marcos 8:22–26 y 10:46–52). Esta estructura revela la ceguera espiritual de los discípulos y su necesidad de luz. También nosotros estamos llamados a buscar la iluminación que solo Cristo puede ofrecer.


II. La obediencia para el servicio

En Lucas 19:29–31, Jesús envía a dos discípulos a desatar un burrito, diciendo simplemente: «El Señor lo necesita». Ellos obedecen sin cuestionar. En griego leemos: «kai lusantes autón agágete» —«Desátenlo y llévenlo». Esta instrucción va más allá de lo logístico. Es un llamado a liberar a quienes están atados, a guiar a quienes se sienten olvidados, y a confiar en el plan de Dios aun cuando no lo entendemos por completo.


III. La sencillez del rey

Los versículos 32 al 35 describen a Jesús entrando a Jerusalén montado en un burro. Este acto no es de poder, sino el cumplimiento de la profecía de Zacarías 9:9: «Mira, tu rey viene a ti… humilde y montado en un asno». El pueblo extiende sus mantos como gesto de entrega total. En medio de la opresión romana, esta acción proclama: “Este es nuestro verdadero Rey.”


IV. El significado de las palmas

En los versículos 36 al 38, el pueblo agita ramas de palma y extiende sus mantos. Estos símbolos poseen un profundo significado político e histórico. Incluso las monedas de la época mostraban una palma junto a un soldado romano. Pero en manos de Jesús, la palma deja de representar guerra o rebelión y se convierte en símbolo de paz, amor y libertad.


V. Las piedras clamarán

Cuando los fariseos le piden a Jesús que reprenda a sus discípulos, Él responde: «Si ellos callan, las piedras clamarán». La necesidad de salvación es tan urgente que no puede silenciarse. Como alguien atrapado en una casa en llamas clamando por auxilio, así también el “¡Hosanna!” del pueblo es un grito que el mundo necesita escuchar.


VI. Conclusión

Cuando Jesús entró en Jerusalén, trajo una luz tan poderosa que hasta las piedras habrían clamado si sus discípulos hubieran guardado silencio. Esa luz expone la oscuridad de la injusticia y nos llama a actuar. ¿Caminamos en Su luz? ¿Estamos ayudando a desatar a los que están atados?


Al comenzar la Semana Santa, dejemos los mantos de orgullo, ira y desesperanza. Tomemos la luz de Cristo mediante el amor, la humildad y el servicio. Recordemos: Jesús no viene con conquista, sino con compasión. No con dominio, sino con paz.


Agitemos nuestras palmas hoy con humildad y esperanza. Que la luz de Cristo guíe nuestros pasos.


Finalmente, dirígete a la persona que está cerca de ti y dile:

«¡Ve con quien esté indefenso! ¡Desátalo! ¡Y guíalo!»


Amén.

 
 
 

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