Este fue el sermón sobre Juan 2,1-11 para el 19 de enero de 2025 (Segundo Domingo del Tiempo Ordinario).

La lógica de los generales
Durante mi descanso sabático en Puerto Rico, vi una película titulada The Six Triple Eight. Es una historia sobre el 6888th Central Postal Directory Battalion, un batallón compuesto exclusivamente por mujeres afroamericanas que sirvió durante la Segunda Guerra Mundial. La película se basa en el artículo de la revista de 2019 «Fighting a Two-Front War» (Luchando en dos frentes), escrito por Kevin M. Hymel, que resalta las contribuciones del batallón en la Segunda Guerra Mundial.

Este batallón fue la primera y única unidad de mujeres afrodescendientes del Cuerpo de Mujeres del Ejército en ser estacionada en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Fue enviado a Inglaterra con una misión aparentemente imposible: clasificar, catalogar y preparar para su entrega un acumulado de más de 17 millones de piezas de correo destinadas a soldados estadounidenses que luchaban en el extranjero y a sus seres queridos en casa. Gran parte del correo estaba mal etiquetado o carecía de direcciones completas.
La película muestra que, cuando el presidente Franklin Delano Roosevelt les preguntó, los generales a cargo sobre lo que estaba pasando, explicaron que estaban dedicando todos los recursos disponibles (dinero, personal y camiones) al esfuerzo bélico. Afirmaron que no podían darse el lujo de asignar recursos para la entrega del correo. Sin embargo, esto significó que las familias y los soldados no tenían noticias de sus seres queridos. Las familias no sabían si sus hijos estaban vivos o muertos, y los soldados no recibían paquetes de ayuda.
Algo que los generales no anticiparon fue cómo esta falta de comunicación afectaría al esfuerzo bélico. Sin correo, no había esperanza. Sin paquetes de ayuda, la moral caía. Lo que la lógica de los generales descartó como un lujo —garantizar que el correo fuera entregado— resultó ser, en realidad, fundamental para su objetivo final: ganar la guerra. Los recursos que consideraban un desperdicio eran, en realidad, desesperadamente necesarios para sus tropas, mucho más de lo que nadie había imaginado.
La lógica de Jesús
Como ya hemos mencionado, en esta época del año el leccionario nos presenta historias que revelan a Jesús como el Hijo de Dios. Sin embargo, esas manifestaciones a veces ocurren en los lugares más inesperados y bajo las circunstancias más insólitas.
Consideremos el pasaje que leímos hoy. Jesús está en Caná, un pequeño pueblo sin gran relevancia. Este se encuentra a menos de diez millas al norte de Nazaret y solo es mencionado en el Evangelio de Juan.

Eliseo Pérez, en su comentario sobre este pasaje, nos recuerda:
«Dios eligió un pequeño pueblo en un país diminuto e insignificante para la encarnación de su Hijo. Es precisamente allí donde Jesús comienza su labor pastoral, para comunicar con claridad este mensaje: grande no es sinónimo de importante; pequeño no es un término intercambiable con insignificante. ¡El Nazareno puso a Caná en el mapa! Por eso, los imperios no tienen la última palabra».
Como milagro —o señal—, esta narración a menudo es interpretada como una manifestación de la generosidad y la extravagancia de Dios. Una pareja humilde está celebrando su boda cuando se quedan sin vino, que en su comunidad es tan esencial como el agua. ¡Imagínese comenzar la vida matrimonial con todo el pueblo chismeando sobre cómo se quedaron sin vino en su boda! Pérez explica que, al proveer vino para esta celebración, Jesús manifiesta que hay una vida de abundancia para toda persona.
Sin embargo, Jesús hace algo en este pasaje que conecta su lógica con la lógica de los generales. Lo vemos en los versículos 3 y 4:
Y como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tiene que ver eso conmigo y contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.
¿Qué tiene que ver eso conmigo y contigo, mujer? Las tropas no están recibiendo su correo. ¿Qué tiene que ver eso con nosotros? Hay cosas más importantes que hacer. Todavía no ha llegado la hora. ¡Tendrán que esperar!
Carol Lakey Hess, en su comentario en Feasting on the Word, sugiere que es posible que Jesús pueda estar muy consciente del tiempo divino: «todavía no ha llegado mi hora». Sin embargo, también señala que la súplica de María a Jesús refleja nuestro propio anhelo e insistencia por una intervención divina en un mundo desesperado que está en necesidad. ¿Por qué no ha llegado la hora? No tienen vino ahora. Jesús, no puedes ser lógico. No puedes esperar. ¡Hay necesidad ahora!
La manifestación de Dios
Aun así, Jesús realiza una señal para revelar que es el Hijo de Dios. Reconoce que este es el momento de revelar su gloria, de mostrarle al mundo que Dios está presente y que tiene un profundo interés por las necesidades de la humanidad.
Como afirma Pérez:
«La noticia liberadora en este Evangelio es que el reino de Dios desmantela todas las jerarquías. La Epifanía es la manifestación de "uno de nosotros", un Nazareno que asiste a bodas y celebra la vida en comunidad. Jesús revela la gloria de Dios, el sentido del humor de Dios y la cercanía de Dios al mezclarse con la gente».
Jesús también realiza esta señal para inspirar fe y confianza. Carol Lakey Hess explica que María «le da un empujoncito» a Jesús porque confía en que Dios desea que haya abundancia. Por eso exhibe tanta seguridad al pedirle a Jesús una señal. Ella cree en la compasión divina de Dios y en su generosidad extravagante. También comprende que la lógica de Dios es diferente de la lógica humana y asume como su responsabilidad actuar como agente de Dios en un momento de necesidad.
Nuestra manifestación
Carol Lakey Hess explica que Juan 2 revela lo que Dios tiene en mente: la abundancia. Además, señala que la madre de Jesús nos «da un empujoncito» para que nos preguntemos qué podría tener Dios en mente en esos momentos en que parece decir: «Familia, ¿qué tiene que ver eso conmigo? Mi hora aún no ha llegado».
John K. Roth, profesor emérito de Filosofía Edward J. Sexton en el Claremont McKenna College, reconocido por su trabajo sobre el Holocausto y el genocidio, intenta explicar este paradigma de una forma que podría resultar desconcertante. Escribe:
«Si el poder de Dios está limitado únicamente por Su voluntad no predeterminada, según creo, entonces los caminos de Dios pueden cambiar. Además, si las narraciones bíblicas son confiables, las actividades de Dios cambian de rumbo de vez en cuando».
Y en este pasaje, Jesús parece cambiar de opinión. ¡En efecto, la hora ha llegado!
Roth intenta explicar estos momentos de cambio en la mente divina a través de una «teodicea de la protesta», en la que cuestiona la responsabilidad y participación de Dios frente al sufrimiento profundo. Una teodicea es un intento de explicar por qué un Dios de bondad y con total poder permite la existencia del sufrimiento y del mal. Busca mostrar que la existencia de Dios es compatible con el dolor, la injusticia y las dificultades. En términos simples, responde a la pregunta: «Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿por qué suceden cosas malas?».
Al abordar esta pregunta en el contexto del Holocausto, Roth propone varias ideas:
Indignación moral: Roth afirma que es legítimo sentir ira o tristeza hacia Dios por permitir el mal y el sufrimiento. Estas emociones pueden ser una expresión fiel de confianza en el poder y la justicia de Dios.
Responsabilidad de Dios: Roth cuestiona abiertamente por qué un Dios de bondad y con total poder permite eventos terribles, atribuyéndole responsabilidad por no evitarlos.
Responsabilidad humana: Al cuestionar a Dios, Roth enfatiza que los seres humanos tienen el deber de luchar contra el mal y ayudar a quienes sufren.
Fe en tensión: Roth no intenta resolver la tensión entre creer en un Dios de bondad y la realidad del mal. Más bien, nos anima a enfrentar esta lucha con honestidad, dejando espacio para el lamento, el cuestionamiento y la esperanza.
Cuando parece que la lógica de Jesús y la lógica del mundo no se alinean con los valores del reino de Dios —abundancia y generosidad extravagante—, nuestra manifestación debe ser protestar y cuestionar esa lógica. Al conectar esto con las acciones del Batallón 6888, aprendemos que:
La verdadera abundancia tiene su raíz en el propósito: Jesús convierte el agua en vino para suplir una necesidad real en la boda, asegurando que la celebración continúe. Esto demuestra cómo Dios provee abundantemente aun cuando los recursos humanos se agotan. De forma similar, las mujeres del Batallón 6888 trabajaron arduamente para brindar esperanza y dignidad a los soldados y sus familias, mostrando cómo el trabajo con propósito genera bendiciones duraderas.
La verdadera abundancia requiere fe y acción: María demuestra fe cuando les dice a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga.». Ellos siguen las instrucciones de Jesús, aunque el resultado no es claro, y sus acciones conducen a un milagro. De igual forma, las mujeres del Batallón 6888 creyeron en su misión a pesar de la discriminación y las dudas. Convirtieron lo imposible en éxito: completaron en 90 días una tarea estimada para seis meses. La fe combinada con la acción produce resultados extraordinarios.
La verdadera abundancia se encuentra en la comunidad: El milagro de Caná sucede en una boda, donde la comunidad y las relaciones son centrales. El acto de Jesús trae alegría y fortalece los vínculos. ¡Las personas ven la manifestación de Dios y creen! De manera similar, las mujeres del Batallón 6888 confiaron unas en otras para alcanzar su meta. Su historia muestra cómo la abundancia florece con el trabajo en equipo y el apoyo mutuo.
La abundancia no es un lujo. No es algo que no podamos dar. Es la voluntad de Dios que todas las personas experimenten abundancia, y debemos protestar y manifestarnos cuando veamos intentos de limitar el acceso a esa abundancia invocando el mito de la escasez para unas personas, mientras se preserva la abundancia para otras.
Como dice Pérez, cuando Jesús, animado por su madre, determina que este es el Kairos, que esta es realmente la hora:
«Jesús se pone del lado del novio y la novia pobres que se quedaron sin vino en medio de la fiesta. El Nazareno choca sus copas de vino con personas agotadas por la pobreza, diciéndoles “salud, cheers, skol”, que significa salvación, liberación, humanización, sanación».
Que Dios nos ayude a hacer lo mismo. Amén.
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