Sermón del 12 de enero de 2025, Bautismo del Señor.
La fábula del ratón y la montaña
Cuando estuve en Puerto Rico, visité dos librerías buscando libros que suelen ser difíciles de encontrar en librerías locales aquí. Uno de los tesoros que descubrí fue una fábula titulada El ratón y la montaña (La favola del topo e della montagna). Esta historia tiene su origen en una carta escrita por Antonio Gramsci (1891–1937) a su esposa, Giulia, y a sus hijos. Gramsci, reconocido filósofo, lingüista, periodista, escritor y político italiano, escribió más de 30 cuadernos y más de 3,000 páginas de análisis y reflexión durante su encarcelamiento bajo el régimen de Benito Mussolini.
Desde su celda, Gramsci dirigió numerosas cartas a su esposa. En una de ellas, incluyó una historia para que ella la compartiera con sus hijos: el relato de un ratón que bebió la leche destinada al desayuno de un niño. Cuando el niño se despertó llorando de hambre, el ratón, consumido por la culpa, decidió enmendar el daño causado. Movido por el remordimiento, se embarcó en un proceso de reflexión y acción. Lo que ocurre después es sorprendente y transformador.
El ratón, hablando en nombre del niño, promete que este plantaría árboles en la montaña cuando creciera. Esta promesa inspiró a toda la comunidad a unirse y colaborar para que el niño pudiera desayunar. Como resultado, la comunidad se revitalizó y se llenó de esperanza. Fiel a la promesa del ratón, el niño creció y cumplió lo prometido: plantó los árboles en la montaña, transformando a su comunidad y dejando un legado duradero.
El niño que cumple la promesa de su padre
Cuando leí este libro, me recordó de maneras inesperadas el pasaje de Lucas.
En la historia, el ratón sube valientemente la montaña, enfrentando no solo su error inicial, sino también los problemas más amplios de la guerra y la violencia. De manera similar, Jesús se acerca a Juan el Bautista con humildad, buscando el bautismo como un acto de obediencia y solidaridad con la humanidad. En este acto, encarna la valentía y el propósito que hace frente a un mundo quebrantado.
La montaña de Gramsci simboliza el cuidado de la naturaleza y la interconexión de todas las cosas, mientras que el bautismo de Jesús en el río Jordán refleja la vida, la renovación y la unidad del cielo y la tierra. Ambas narraciones nos invitan a reflexionar sobre nuestro lugar dentro de algo más amplio y sobre nuestro papel en la creación y en el plan divino.
Pero más allá de esto, ambas historias comparten el que alguien ofrece a otra persona para cumplir una promesa. El ratón promete en nombre del niño que este plantará árboles cuando crezca, y toda la comunidad se une para garantizar que el niño pueda desayunar. Del mismo modo, Dios envía a su Hijo para cumplir la promesa divina de un Mesías, pero es nuestra responsabilidad actuar como Cristo para que este cumplimiento de promesa pueda continuar.
Ambas promesas se realizan en circunstancias extremas. El ratón hace la promesa en un mundo dominado por el poder tiránico, la guerra, la represión y la violencia. Mitzi J. Smith nos recuerda que el bautismo de Jesús también ocurre en un contexto de opresión y abuso:
«...un mundo en donde el rey Herodes servía a los intereses y al placer del Imperio Romano, y en donde sus tres hijos cometían actos malvados contra su pueblo. Muchas personas judías en Judea y Galilea habían sido esclavizadas por Roma. Y algunas personas judías, incluidos los líderes, aprendieron a sacar provecho del imperio a expensas de su propio pueblo (23:1-16)».
A pesar de todo, Smith señala que las personas vivían a la expectativa, una expectativa cargada de preguntas e incertidumbre, y que surge de contextos de desesperación e imposibilidad.
Dios cumple la promesa de Dios. El domingo pasado, Marcus nos recordó que la Epifanía es la manifestación o autorrevelación de Dios al mundo en Jesucristo. Los domingos venideros, incluido este, nos permitirán comprender cómo se manifiesta esa autorrevelación. Nos ayudarán a entender cuál es la agenda de Dios y la forma en que ha decidido cumplir esta expectativa en medio de la desesperación y la imposibilidad. En el bautismo de Jesús debemos observar la agenda de Dios: ¿Qué está manifestando Jesús aquí?
Manifestación divina: todas las personas somos amadas
Una de las preguntas teológicas más profundas que rodean este pasaje es por qué Jesús busca que Juan le bautice. Carol Lakey Hess lo plantea de esta manera: si el bautismo de Juan está tan estrechamente asociado con el juicio y el arrepentimiento, ¿por qué Jesús, quien no tiene pecado, lo experimenta? ¿Por qué la voz celestial declara que este acto de arrepentimiento es agradable cuando Lucas ha enfatizado tan claramente la santidad de Jesús?[2]
Lakey ofrece una respuesta convincente:
«Jesús nació de y en un mundo de pecado sistémico, y su bautismo indica que comprendió todas las implicaciones de la encarnación. No se estaba simplemente identificando con el mundo humano o mostrando solidaridad con él; estaba reconociendo plenamente su trágica estructura».[3]
La voz del cielo declara a Jesús como su Hijo amado, demostrando la inquebrantable solidaridad de Dios con la humanidad. Esta es una manifestación divina de amor y compromiso. Sin embargo, al mismo tiempo, es una protesta contra la fragilidad del mundo humano, un mundo desfigurado por el pecado y moldeado por sistemas y estructuras que devalúan a la gente más vulnerable. Estos sistemas determinan quién es considerado digno y quién es excluido, favoreciendo a quienes tienen riqueza y poder, mientras descuidan a las demás personas.
Mitzi J. Smith nos recuerda:
«Dios da valor, propósito, pertenencia y un sentido de dignidad y valor a las personas que nacen en estatus sociales relegados a lo más bajo de la sociedad. Esta afirmación y confirmación divinas le dieron a Jesús el poder para decir la verdad sin pedir disculpas a la gente poderosa, para mantener su frente en alto en medio de multitudes hostiles y para enfrentar a los líderes religiosos y políticos con convicción».[4]
Esta misma afirmación divina nos llama a manifestar el mensaje de Dios a las demás personas. Jesús se lanzó al bautismo para revelar la realidad del mundo en el que vivimos y para solidarizarse con las personas a las que se les niega el amor de Dios. Ahora es nuestra responsabilidad llevar adelante ese mensaje de inclusión, justicia y solidaridad inquebrantable.
Nuestra manifestación
Esta es nuestra manifestación: Dios nos llama a lanzarnos a la solidaridad y al amor, tal como lo hizo Jesús. Debemos recordar nuestro bautismo y participar activamente en esfuerzos que desafíen el aislamiento, el miedo y los sistemas que niegan el amor y la dignidad de las demás personas.
La solidaridad y el amor no son tareas fáciles; requieren esfuerzo y persistencia. Como el ratón de la fábula, que al reconocer su error se acerca a una cabra, al campo, a una fuente, a un albañil y a una montaña. Cada encuentro implica desafíos, pero su intención de unirlos en una solidaridad compartida transforma el mundo. Con diligencia y colaboración, el niño cumple la promesa del ratón. Los árboles crecen en la montaña, los animales regresan al bosque, el campo recupera su fertilidad y un mundo que antes era estéril y estaba quebrantado se convierte en un lugar vibrante y renovado.
Vivir en solidaridad no es fácil. Amar como Cristo ama tampoco lo es. Sin embargo, la manifestación de Dios en Jesucristo nos muestra el camino. Nos da esperanza y nos capacita para hablar y actuar frente a lo que no refleja el amor de Cristo. A través del bautismo de Jesús, recordamos nuestro propio bautismo y su llamado a la solidaridad, a hablar con amor en lugares donde hay rechazo, y a afirmar la dignidad y el valor de quienes son marginados por ser considerados pecadores o indignos. Así es como vivimos nuestro llamado como hijas, hijos e hijes de Dios.
Una reafirmación bautismal
A menudo recordamos nuestro llamado a través de una reafirmación de nuestro bautismo. Aunque no siempre nos encontramos en un entorno donde esto sea posible de manera sencilla, les invito a reflexionar sobre esta ilustración de Agustín de la Torre. Les animo también a utilizar estas palabras del Connections Worship Companion, Año C, volumen 1, para recordar su bautismo:
ACCIÓN DE GRACIAS POR EL BAUTISMO
El Señor esté con ustedes.
Y también contigo.
Levanten sus corazones.
Los levantamos al Señor.
Demos gracias al Señor nuestro Dios.
Es justo dar nuestras gracias y alabanzas.
Dios santidad, nuestra fuerza y poder,
con alegría venimos a sacar agua
del pozo de la salvación,
donde el pecado es lavado
y la muerte es ahogada en el amor;
donde la gracia se desborda
y nace una nueva creación.
En tiempos de dificultad o dolor,
ayúdanos a recordar nuestro bautismo,
para que podamos confiar y no tener miedo.
Enséñanos a invocar tu nombre
y dar testimonio de tu obra.
Y permite que nuestras vidas sean himnos de alabanza;
por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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