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El hablar de la justicia no requiere una disculpa

Foto del escritor: Marissa GalvanMarissa Galvan

Este es el sermón del 26 de enero de 2025 (Epifanía 3), basado en Lucas 4,14-21.





Ella se puso de pie para predicar

¿Les gusta hablar en público? Para algunas personas, es una idea aterradora. Para otras, parece algo más natural. Pero, en mi experiencia, he descubierto que el nivel de nerviosismo depende de quiénes estén en la sala.


En esta iglesia, hay varias personas que son ministras y ministros ordenados. Asistieron al seminario, al igual que yo, lo que podría parecer intimidante... ¡Es broma! Han sido amables y solidarias. No tengo ninguna queja de ellas.


Sin embargo, esta semana recordé una ocasión en la que nos visitó el reverendo Clifton Kirkpatrick. Él falleció recientemente. Si no lo recuerdan, fue secretario permanente de la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana (EE. UU.) y también presidió la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas. Además, dirigió lo que solía ser el área del programa de Misión Mundial. Admito, reconociendo su importancia, que me puse nerviosa cuando apareció sin previo aviso en la puerta de la iglesia. No es fácil predicar con alguien así en el templo. Pero oré para que Dios calmara mis nervios y prediqué.


Me imagino que la obispa episcopal de Washington, Mariann Budde, también se sintió nerviosa cuando vio llegar al presidente Trump (aunque no sin previo aviso) al culto nacional de oración en la Catedral Nacional de Washington el 21 de enero de 2025. Sabía que él estaría allí, como muchos presidentes antes que él lo habían estado el día de su investidura. Sin embargo, se puso de pie para predicar un sermón sobre la unidad y concluyó con estas palabras:


«En el nombre de nuestro Dios, te pido que tengas misericordia de las personas en nuestro país que ahora están asustadas. Hay niñas, niños y adolescentes gays, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas. Ten misericordia de las personas que recogen nuestros cultivos y limpian nuestros edificios de oficinas, que trabajan en granjas avícolas y plantas empacadoras de carne, que lavan los platos después de que comemos en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales. Puede que no sean ciudadanas o que no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de las personas migrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenas vecinas. Son miembros fieles de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, gurdwaras y templos. Le pido, señor presidente, que tenga misericordia de quienes en nuestras comunidades temen que sus familias sean separadas y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí».

Vi el video del sermón. La voz de la obispa era tranquila y firme. Antes de pronunciar estas palabras, hizo una pausa, reconociendo el peso de lo que estaba a punto de decir. La reacción del presidente fue rápida; exigió una disculpa, alegando que la obispa «había tenido un tono desagradable y no era convincente ni inteligente». Les animo a ver su sermón y sacar sus propias conclusiones.


Este incidente, que será recordado, al menos por un tiempo, en la historia de la presidencia estadounidense, me hizo reflexionar sobre Jesús yendo a la sinagoga el sábado, poniéndose de pie para leer el rollo del profeta Isaías. Me pregunté si se sintió nervioso mientras se preparaba para comenzar su ministerio público, como se relata en el Evangelio de Lucas. También me pregunté si, después de leer y declarar: «Hoy se ha cumplido esta Escritura en los oídos de ustedes», alguien le pidió que se disculpara por sus palabras.


La manifestación de Jesús

No hago esta pregunta superficialmente, sino con sinceridad. No debió de haber sido fácil para Jesús comenzar su ministerio bajo el gobierno imperial de Roma. Imaginen leer las palabras de Isaías en esas circunstancias:


«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para[g] proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año agradable del Señor».

Estas palabras hablaban de esperanza y transformación, pero fueron proclamadas en un contexto en el que no había buenas noticias para las personas pobres, donde quienes estaban cautivos seguían en prisión, donde no se ofrecía ayuda a quienes tenían problemas de visión, sino que se les consideraba una carga, y donde Israel estaba sometido a la opresión.


¿Declarar que esta Escritura se había cumplido? ¡Escandaloso!


En su comentario, Mitzi Smith habla más sobre este momento. Explica que Jesús predicó un mensaje abolicionista «a una audiencia en la sinagoga compuesta por hombres, mujeres, líderes, personas nobles, pobres, enfermas y poseídas, ricas, libertas, amos y esclavizadas». Smith imagina a Jesús leyendo el texto con pasión, valentía y convicción, captando la atención total de la audiencia. Yo me imagino que algunas personas lo miraron con esperanza, otras con sorpresa y algunas con inquietud, observando a su alrededor para ver cómo reaccionaban las demás. Tal vez algunas intentaron mantener el rostro impasible, ocultando su disgusto, desacuerdo o desdén por Jesús y su mensaje. Sin embargo, Jesús, plenamente consciente de todas estas reacciones, se sentó y declaró con firmeza y sin titubeos:


«Hoy se ha cumplido esta Escritura en los oídos de ustedes».

¿Por qué se cumple la Escritura? ¿Qué revela esta lectura sobre la identidad y la misión de Jesús?


Warren Carter, en su comentario sobre Lucas 4:14-21 (Conexiones: Año C, Joel B. Green, Thomas G. Long, Luke A. Powery y Cynthia L. Rigby), ofrece una perspectiva, señalando que este momento tiene como base las escenas anteriores del Evangelio de Lucas. Ya sabemos que Jesús es el agente de Dios: el Hijo de Dios, el descendiente de David, el Salvador, el Mesías y el Señor. Sin embargo, como explica Carter, hay poca claridad sobre cómo Jesús encarnará su papel como agente de Dios. ¿Qué está tratando de revelar Jesús?


Carter identifica cuatro características de la identidad de Jesús a partir de la lectura de Isaías, extraídas principalmente de Isaías 61:

  1. Jesús es ungido o comisionado por el Espíritu.

  2. Jesús tiene una misión:

    • Llevar buenas noticias a las personas pobres.

    • Proclamar la liberación a quienes están cautivos.

    • Que las personas que no pueden ver recuperen la vista.

    • Dejar en libertad a quienes sufren opresión.

    • Proclamar el año de gracia del Señor.

  3. Jesús ha venido a ofrecer libertad, e incluso ha añadido una línea de Isaías 58,6 para hacer énfasis sobre eso.

  4. Jesús también ha venido a ofrecer misericordia. Carter destaca que Jesús omite la referencia al «día de la venganza» de Isaías 61,2, enfatizando en cambio la obra misericordiosa y transformadora de Dios.


Así, el Hijo de Dios, ungido por el Espíritu, ha venido a traer buenas noticias a las personas pobres, proclamar la libertad a quienes han sido encarceladas injustamente, restaurar la dignidad a quienes han sido marginadas por discapacidades, liberar a quienes sufren opresión y declarar la libertad de la esclavitud y la deuda.


La misión de Jesús revela que Dios es misericordia, Dios es amor y Dios desea la libertad. Y quienes siguen a Cristo deberían ser y desear lo mismo.


Nuestra manifestación


Carter nos recuerda que:

«El anuncio de Jesús de que la Escritura se ha cumplido hoy en sus oídos no puede significar el cumplimiento definitivo de las afirmaciones de la cita. A lo sumo, la afirmación se refiere al papel de Jesús como agente de Dios, ungido para poner en práctica la voluntad divina, una tarea que quienes siguen a Jesús deben continuar».

La tarea no ha terminado. La Escritura se ha cumplido y seguirá cumpliéndose siempre que quienes seguimos a Cristo llevemos las buenas nuevas a las personas empobrecidas. Cuando proclamamos la libertad para quienes han sido encarcelados injustamente, la Escritura se cumple. Cuando trabajamos para garantizar servicios y amplificar las voces de quienes viven con discapacidades, la Escritura se cumple. Cuando alzamos la voz y clamamos por misericordia para quienes son oprimidos por la sociedad, la Escritura se cumple. Cuando declaramos la libertad de sistemas que son injustos y opresivos, la Escritura se cumple.


No hay razón para disculparse por hacer estas cosas. ¡Están en la Biblia! Pero sí hay motivo para disculparse cuando olvidamos, a veces de manera intencional, que esto es precisamente lo que Jesús vino a hacer. Esta es su verdadera identidad, y Dios nos llama a seguir sus pasos.


Lo que hizo la obispa Budde no requería disculpas. Como ella misma dijo:

«No voy a pedir disculpas por pedir misericordia para las demás personas».

Ella predicó sobre la unidad, enfatizando que la dignidad, la honestidad y la humildad son cimientos sólidos sobre los cuales construirla. Advirtió que, sin estos, estamos edificando la unidad sobre la arena. Y creo que la misericordia es también uno de esos elementos fundamentales.


Se necesita unidad y comunidad para continuar la obra de Jesús. El Espíritu nos llena para cumplir esta misión. Es una tarea monumental. Como nos recuerda Warren Carter, se requieren personas, recursos, habilidades y energía para trabajar incansablemente en la transformación del mundo. Por eso, junto con la obispa Budde, también oramos por la unidad, porque todas las personas estamos llamadas a esta misión: la misión de Jesús. Estamos llamadas a construir el reino de Dios en este mundo, quizás comenzando desde lo más pequeño: con cada persona que conocemos, con cada palabra que decimos y con cada acción que realizamos... para cumplir esta esta Escritura en los oídos de todo el mundo.


Y si se preguntan qué dijo Cliff Kirkpatrick sobre mi sermón, no se preocupen. No dijo nada al respecto. Pero sus palabras sobre esta iglesia permanecerán conmigo por el resto de mi vida. Dijo de esta congregación:


«Así es como se ve el reino de Dios».

Sigamos siendo un ejemplo del reino de Dios, manifestándolo con valentía y fidelidad. Sigamos hablando de misericordia y justicia. Sigamos cumpliendo las Escrituras en nuestro oído. No es necesario pedir disculpas.

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