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  • Foto del escritorMarissa Galvan

Jesús cena con gente con manos sucias



Cuaresma 3

Rvda. Marissa Galván Valle


Esta es la forma en que nos lavamos las manos

Si le preguntas a alguien cuál es la regla cardinal de los modales en la mesa para los niños y niñas, probablemente te respondería: «Lávate las manos antes de sentarte a la mesa». Como alguien que trabaja con materiales educativos para la niñez, estoy muy consciente de las maneras en que tratamos de educar a nuestras niñas y niños sobre una buena higiene. Por ejemplo, tomamos una melodía como «Mulberry Bush» y escribimos una nueva letra para poder transmitir el mensaje:


Así me lavo las manos hoy,
las manos hoy,
las manos hoy,
así me lavo las manos hoy,
antes de comer.

Pero es interesante pensar en lavarse las manos de múltiples maneras. En cuanto a la salud, es importante lavarnos las manos como hemos aprendido de manera muy práctica durante la pandemia. En términos culturales, nuestra sociedad ha encontrado formas interesantes de excluir las manos del arte de comer: usamos tenedores, cucharas y cuchillos de manera tal que casi nunca tocamos la comida. Algunas otras culturas usan palillos. Pero… si se va a países como Etiopía, Tanzania, Lanka, Malasia, Indonesia, Sri Lanka e India el comer con las manos es la norma. ¡Algunas personas piensan que la comida sabe mejor cuando la comen con las manos!


Al mismo tiempo, lavarse las manos, que es tan normal aquí, puede verse como un lujo en algunos lugares donde el acceso a agua limpia no es la norma... todo esto lo decimos para reflexionar sobre que existen desafíos e interrupciones a la «norma» de lavarnos las manos antes de comer y que la flexibilidad es necesaria en ciertas situaciones.


Cena interrumpida

El capítulo 3 de Meeting Jesus at the Table se llama «Dinner Interrupted» (Cena interrumpida). La razón de esto es que la autora ve varias interrupciones en el proceso natural de la cena descrita en Lucas. Uno de los fariseos le pidió a Jesús que comiera con él y Jesús acepta la invitación. Esta es una de esas invitaciones que pueden poner nervioso a cualquiera. Estás invitado a una cena en la casa de un líder de alto rango de la comunidad. Los modales deben ser de primer nivel. Se debe recordar el cumplimiento de las reglas, ya que se trata de una cena de tres platos. Y tal vez… solo tal vez… Jesús quiere estar en su mejor comportamiento para llegar a esta multitud con el mensaje de Dios.


Así que Jesús se reclinó para cenar... probablemente notando que era, como dice el libro, menos un invitado de honor y más el entretenimiento de la noche. Podría haber pensado esto porque, como le dice a su invitado, Simón el fariseo, no le dan agua para lavarse los pies, no le dan la bienvenida adecuada y nadie le unge la cabeza con aceite. Steven Kraftchick menciona esto en su comentario sobre este pasaje en Feasting on the Word: Preaching the Revised Common Lectionary: Year C. Nada sugiere que Simón actuó incorrectamente, pero sus acciones tienen más que ver con los modales superficiales que con honrar a Jesús. Jesús es un invitado, pero no un invitado que recibe una buena bienvenida.


Luego, la cena es interrumpida por una mujer que es parte de la gente que sigue a Jesús. Al enterarse de que estaba comiendo en la casa del fariseo, ella trajo consigo un frasco de alabastro con ungüento. Es posible que ella se pare detrás del Jesús reclinado y, sin querer ser notada, planee ungir sus pies porque están más cerca de ella que la cabeza de Jesús.


Creo que toda persona conoce los sentimientos que surgen cuando sucede algo inesperado que interrumpe los procedimientos normales o los planes ya hechos. Todavía recuerdo el ratón que iba de un lugar a otro aquella vez que estaba predicando en la iglesia. También recuerdo perros, caídas inesperadas e invitados inesperados. Las interrupciones nos golpean con diferentes grados de diversión y molestia, haciéndonos sonreír, reír o sentir una extrema incomodidad. Las interrupciones también pueden traer juicio y llamadas a la reacción: «¡Haz algo! ¡Esta no es la forma en que se suponía que iban a suceder las cosas!»


Esta es sin duda la reacción de Simon. Parece que se le cayó la cara de vergüenza. Sin embargo, pasa bastante rápido de la vergüenza a la crítica: «Si este fuera profeta conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora».


No conocemos el pecado de la mujer. La Biblia no entra en detalles. Lo que sabemos es que la mujer se puso detrás de él a sus pies, llorando, y comenzó a bañar sus pies con sus lágrimas y a secarlos con sus cabellos, besando sus pies y ungiéndolos con aceite. Sabemos que ella actúa con profunda humildad y amabilidad, reflejando su gratitud. Ella fue más allá de los modales y expresó verdadera hospitalidad.


Las interrupciones que la autora menciona en el libro son múltiples:

  • La interrupción de la cena en sí.

  • La interrupción de los planes de Jesús. Es posible que tuviera algunas cosas que decir a esta audiencia y ella lo interrumpe, exponiéndolo posiblemente al juicio de los fariseos y a la corroboración de sus suposiciones de que es un maestro radical que come con gente pecadora.

  • La interrupción de los planes de la mujer… que posiblemente no estaba planeando derrumbarse en llanto de tal manera que pudo lavar los pies de Jesús.


Momentos de enseñanza de Jesús

Jesús, siendo el maestro que es, decide hacer de esta interrupción aleatoria un momento de enseñanza, no para la mujer, sino para el fariseo que lo ha invitado a su casa.


Me encanta la forma en que Steve Thomason ilustra este pasaje. Jesús dice: «Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debían quinientas monedas, y el otro solamente cincuenta monedas. Como ellos no tenían con qué pagar perdonó a ambos. Entonces, ¿cuál de estos lo amará más?


Simón debe dar la respuesta obvia: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Y entonces Jesús da la respuesta obvia. Los pecados de la mujer, que eran muchos, han sido perdonados. Por lo tanto, ella ha demostrado un gran amor. Pero aquel a quien se le da poco, poco ama.


Este es un desafío a la forma en que Simón entiende la gracia de Dios. La gracia no se basa en los modales de la mesa. No se basa en el poder o la posición. No se basa en nuestras buenas obras. Nuestras buenas obras son una consecuencia de la gracia y el perdón de Dios. El amor es la respuesta obvia a la gracia que hemos recibido. Y a Jesús no le importa tener el reconocimiento de los que no entienden tales cosas. Él come con gente pecadora. Come con gente que tiene «manos sucias». Y reconoce su amor y perdona sus pecados.


Y quizás, al leer esto, necesitamos buscar esos momentos de enseñanza en nuestras propias vidas, buscando interrupciones en donde podamos enseñar a nuestros hijos e hijas y continuar aprendiendo que la gracia de Dios es un amor que apenas podemos imaginar, y que nuestra extravagante, hermosa e incondicional respuesta a esa gracia es dar de ese amor a Dios y a otras personas.


Quizás entonces podemos escribir una nueva canción para enseñar:

Cristo perdona y da su amor
da su amor
da su amor
Cristo perdona y da su amor
de Dios la gracia es.
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