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Dios se establece

Foto del escritor: Marissa GalvanMarissa Galvan

Sermon para el 21 de julio de 2024

Común 11: 2 Samuel 7:1-14a


Esta mañana, el tiempo de la niñez fue leída del libro Where Are You Hiding God? (¿Dios dónde estás escondido?) de Elisabeth Zartl. Puedes escuchar la historia en inglés en el siguiente video:




¿Dónde se esconde Dios?

Una niña quiere saber dónde está Dios. Es una pregunta que quizás se hayan hecho alguna vez, especialmente cuando la vida parece incierta, estresante, solitaria o triste.


Me recuerda las conversaciones con mi madre cuando quería que la acompañara, insistiendo en que no podía quedarme sola en la casa. «¡No voy a estar sola!», le respondía. «¡Dios está conmigo!». No hace falta decir que este argumento no siempre funcionaba.


El mensaje que transmite el libro de Elisabeth Zartl puede describirse como «inmanencia» en términos teológicos. En términos simples, esto significa que Dios está presente y es actividad dentro del universo y en nuestras vidas. Dios está cerca de su pueblo, y se involucra en el mundo. Dios es accesible. Esto significa que Dios no está distante ni separado, sino que está íntimamente participando en nuestras experiencias cotidianas. Dios no observa desde la distancia, sino que es uno con su pueblo.


La teología también nos dice que Dios es «trascendente». Esto significa que Dios está por encima y más allá de todo lo que hay en el universo. Dios existe fuera del tiempo y del espacio y es más grande que todo lo que podamos imaginar. Esto significa que Dios no tiene limitación del mundo físico y es completamente independiente de él.


Si le pidiera a la Inteligencia Artificial que creara una ilustración que representara estas ideas, podría llegar a algo como esto:


El vasto cielo estrellado de la noche simboliza la trascendencia de Dios, mientras que la luz cálida y brillante que rodea a la persona sentada en meditación simboliza la inmanencia de Dios.


¿Por qué son importantes estos dos términos para entender no solo dónde está Dios, sino quién es Dios? Comprender la trascendencia e inmanencia de Dios es crucial porque moldea nuestra percepción de la naturaleza y la presencia de Dios. Reconocer que Dios trasciende todas nuestras limitaciones humanas significa que Dios está más allá de cualquier clasificación que podamos crear. Nos recuerda que Dios no puede limitarse a un lugar, a una ideología o a un grupo específicos. En cambio, es más importante seguir preguntando dónde está Dios y quién es Dios, y buscar atentamente la presencia de Dios en nuestra vida diaria. Esta búsqueda continua nos permite experimentar la presencia constante y dinámica de Dios, la inmanencia de Dios, en lugar de tener la seguridad de que Dios está confinado a un lugar particular o alineado con una creencia o un grupo específicos.


Déjame construir una casa para Dios

En nuestro pasaje del Antiguo Testamento de hoy, vemos a un exitoso rey David que considera si debe construir una casa para Dios. Algunas personas interpretan este pasaje como que el rey David era pedante y que quería reflejar su propia grandeza construyendo un gran templo para Dios. Sin embargo, Gennifer Benjamin Brooks sugiere que la intención de David puede surgir de la gratitud. Ella dice que una indicación de esto es que David buscó la sabiduría del profeta Natán y obtuvo, en principio, su aprobación para el proyecto de construcción. Si consideramos este proyecto como un acto de gratitud, entonces la respuesta de Dios a la propuesta de David se vuelve desconcertante y difícil de entender.1


Según el entendimiento de David, Dios ha estado viviendo en una tienda de campaña, que ha simbolizado la presencia de Dios con su pueblo durante siglos. Sin embargo, la respuesta de Dios no es desconcertante si consideramos las necesidades de Dios en lugar de las nuestras. Patricia K. Tull nos recuerda que Dios no necesita tener una vivienda hecha por seres humanos. Ella dice que Dios está libre de las ataduras del poder que es libre para vagar, y libre para andar con delicadeza.


Ella dice que no será David quien establezca a Dios, sino es Dios quien establecerá a David.2 Dios no hace esto por amor a David, sino por amor a su pueblo. Dios le dice al profeta que le de un mensaje al rey sobre lo que quiere hacer por su pueblo: «allí los plantaré para que puedan vivir sin sobresaltos. Sus malvados enemigos no volverán a humillarlos» (v. 10).


Los misteriosos caminos de Dios

Los caminos de Dios siempre son misteriosos. Podemos tener símbolos que nos recuerden la presencia de Dios, pero Dios siempre será más que símbolos o templos construidos por los seres humanos. Aunque el Antiguo Testamento afirma que Dios ha elegido «un solo pueblo», el Nuevo Testamento amplía esta comprensión a través de Jesucristo. Al hablar de judíos y gentiles, Pablo nos recuerda que Jesús…

«de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba, pues anuló la ley con sus mandamientos y requisitos. Esto lo hizo para crear en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad al hacer la paz, para reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad» (Efesios 2:14-16).

William Placher, un teólogo nacido aquí en los Estados Unidos, ha dicho que el lenguaje del pensamiento teológico moderno ha tendido a domesticar la trascendencia. Tal vez hemos inclinado demasiado la balanza hacia la inmanencia. Creo que Dios está entre su pueblo, que Dios se preocupa profundamente por su pueblo y que nos ama… pero Dios no es un ser humano.


Rebecca Burton Prichard, que citó a Placher, afirma que: cuando se doma el misterio de Dios, cuando lo santo reside en nuestro vecindario, llegamos a reclamar la sanción divina para nuestros pensamientos y acciones. La mayoría de la gente tiene causas en las que cree con cierta pasión. Nos gusta pensar que Dios está de nuestro lado. Por lo tanto, es tentador que nos digan que podemos diseñar a Dios para que se ajuste a nuestras especificaciones. De la misma manera, los muros que construimos con palabras tienden a excluir la gracia y a apuntalar nuestros propios sentimientos de control y dominio, dándonos una falsa sensación de seguridad. 3


Y cuando desarrollamos esa sensación de seguridad, esa sensación de certeza, cuando determinamos a quién favorece Dios, a quién bendice Dios, a quién elige Dios, por quién se preocupa Dios... es cuando nos metemos en problemas y nos alejamos del propósito de Dios y de la voluntad de Dios en Jesucristo. Tratar de meter a Dios en una casa nos convierte en personas que son dueñas de una fe sin hogar.


Vivir en la incertidumbre

El otro día estaba viendo el tráiler de una película llamada «Cónclave». Un cónclave es una reunión especial de cardenales en la Iglesia Católica para elegir un nuevo Papa. Está película está basada en un libro de Robert Harris. Cuando escuché las últimas palabras del tráiler, tuve que buscar la cita completa del libro. En un momento, mientras pronunciaba su homilía, el cardenal Lomeli, que es miembro del personal del Vaticano responsable de gestionar el cónclave, dice estas palabras que traduzco de esta manera:


Mis hermanos y hermanas, en el curso de una larga vida al servicio de nuestra Madre la Iglesia, permítanme decirles que el pecado que he llegado a temer más que cualquier otro es la certeza. La certeza es la gran enemiga de la unidad. La certeza es la enemiga mortal de la tolerancia. Incluso Cristo no estuvo seguro al final. Él grito en su agonía en la hora novena en la cruz, «Eli, Eli, ¿lama sabachtani?». «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Nuestra fe es algo vivo precisamente porque camina de la mano con la duda. Si solo hubiera certeza y si no hubiera duda, no habría misterio y, por lo tanto, no habría necesidad de tener fe. (Harris, Robert. Conclave: A novel (pp. 93-94). Knopf Doubleday Publishing Group. Kindle Edition.)

Mi oración de hoy por mí, por esta iglesia y por este país y el mundo entero es que nuestra fe pueda vivir con la incertidumbre y la duda y prosperar en ellas. Que podamos seguir buscando a Dios, incluso cuando nos resulte difícil comprenderlo. Mi oración es que abracemos el misterio de Dios, resistiendo el impulso de confinar a Dios a nuestro entendimiento limitado o de definir la agenda de Dios. Dios no nos está observando desde la distancia, ni es uno de nosotros, y pensar eso esta bien. Necesitamos tener fe. Pero nuestra fe debe estar puesta en la voluntad de Dios, no en la nuestra. Debe estar en la naturaleza de Dios y no en nuestra naturaleza o en cualquier naturaleza impuesta por los seres humanos. Sigamos buscando a Dios con curiosidad, con humildad, con sentido de asombro y deleite por el misterio. Quién sabe lo que encontraremos y lo que Dios establecerá para nuestras vidas.

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