¿Cuál es tu identidad?
A lo largo de los años, he trabajado con varios grupos que han tenido la responsabilidad de escribir declaraciones o políticas antirracistas. Recientemente, como introducción a uno de esos grupos, la Reverenda Rashelle Hunter hizo una presentación en la que utilizó algo llamado «La rueda de la identidad» o «La rueda de la identidad social» En español, también es conocida como la «Rueda de la diversidad».
Esta rueda proviene de la premisa de que cada persona es una combinación de diferentes «identidades». Por ejemplo, según el censo de los Estados Unidos, soy hispana/latina y mujer. Sin embargo, esa no es necesariamente la manera en que me veo a mí misma. Soy una mujer puertorriqueña, caribeña y latina. Soy cristiana, presbiteriana. Soy hija, hermana y tía. Soy pastora, editora, escritora y música. Utilizo el pronombre «ella».
Las organizaciones utilizan la «La rueda de la identidad» como herramienta para crear conciencia y reconocer las diversas identidades sociales que tienen las personas y cómo estas identidades influyen en las percepciones y el trato de otras personas. Tomémonos un momento para pensar en cinco preguntas relacionadas con nuestras identidades.
¿En qué identidades piensas más a menudo?
¿En qué identidades piensas con menos frecuencia?
¿Sobre qué identidades te gustaría aprender más?
¿Qué identidades tienen el efecto más fuerte en cómo te percibes a ti mismo/a/e?
¿Qué identidades tienen el mayor efecto en cómo te perciben las demás personas?
Estoy segura de que muchas personas aquí podemos identificarnos con varios aspectos de la rueda, y quizás incluso con algunos que no están incluidos. Reconocer nuestras diversas identidades debería alejarnos de ver a las personas a través de la lente demasiado simplista que a veces adopta la sociedad. Al mismo tiempo, nos invita a reflexionar sobre la creatividad de Dios al bendecirnos con creencias y experiencias de vida tan multifacéticas. Hay una manera hermosa de pensar en esto y conectarlo con la imaginación y la creatividad de Dios, que he adaptado un poco: Somos la caja de crayones de Dios, cada persona es única, pero cuando nos juntamos, la imagen se completa.
Una iglesia inclusiva
El considerar todas estas identidades como manifestaciones de la creatividad de Dios nos permite contemplar cómo cada una de ellas es una parte intencional del reino o la familia de Dios. Presbyterians for Disability Concerns (Grupo presbiteriano de apoyo a personas con diferentes habilidades) adopta esta perspectiva inclusiva, que se alinea con la definición de inclusión defendida por la Mitsubishi Electric America Foundation.
«La inclusión es una actitud y un enfoque que garantiza que todas las personas, independientemente de sus capacidades o antecedentes, puedan participar significativamente en todos los aspectos de la vida. La inclusión es un enfoque, no un programa. Una actitud, no una actividad. ¡La inclusión es pertenencia!»
Como denominación, creemos que toda persona debe ser bienvenida e incluida en el compañerismo y ministerio de la iglesia:
«La congregación recibirá a todas las personas que confíen en la gracia de Dios en Jesucristo y deseen llegar a ser parte de la confraternidad y del ministerio de su Iglesia. A ninguna persona se le negará el derecho de ser membresía por ninguna razón que no esté relacionada a la profesión de fe. El Evangelio lleva a las personas miembro a extender la confraternidad de Cristo a todas las personas. No hacerlo constituye un rechazo de Cristo mismo y es causa de escándalo para el Evangelio» (G-1.0302).
En el pasaje que acabamos de leer, vemos que parte de la inspiración para la postura inclusiva de la iglesia proviene de la Biblia. Hechos 11,1-18 relata la experiencia del apóstol Pedro al presenciar la naturaleza inclusiva de Dios. Encontramos un relato más detallado de esta historia en Hechos 10,1-48. Pedro describe una visión, en la que una sábana llena de varios animales, considerados inmundos según las leyes dietéticas judías, descendía del cielo. Una voz le ordena que mate y coma, pero Pedro duda y cita las leyes que prohibían tales acciones. Entonces la voz responde: «Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro». O como dice la versión en The Message, traducida al español: «Si Dios dice que está bien, está bien».
Pedro cuenta nuevamente esta historia porque enfrentó duras críticas de algunos líderes judíos de Judea, los circuncidados, por cenar con los gentiles, los incircuncisos. Este incidente también se menciona en Gálatas 2,11-14. El episodio sirve como un recordatorio impactante de la lucha de la iglesia por entender la comprensión expansiva de Dios sobre la inclusión. A menudo nos encontramos lidiando con nociones contrastantes sobre quién pertenece al reino o la familia de Dios. Sin embargo, la intención de Dios siempre ha sido aceptar a toda persona, independientemente de su origen étnico o cultural, en la comunidad de creyentes.
La iglesia primitiva enfrentó el desafío de expandirse más allá de sus orígenes entre el pueblo judío. El pueblo gentil también recibió el Espíritu Santo, lo que indica un cambio profundo. A diferencia de los seres humanos, el Espíritu Santo no reconoce barreras. Nuestro Dios trino opera más allá de tales limitaciones. El amor y la gracia de Dios trascienden las categorías humanas; lo abarcan todo. De manera similar, la iglesia está llamada a encarnar este amor y gracia inclusivos y dar testimonio de ello a las demás personas.
Una Iglesia intercultural
La profesora Mitzy J. Smith, en su comentario sobre este pasaje señala que Pedro no menciona a Cornelio por su nombre en su respuesta apologética al interrogatorio de los hermanos circuncidados de Judea. Se refiere a Cornelio como «hombre» (Hechos 11,12) y se refiere a él usando pronombres de tercera (él/su) y segunda persona (tú) del singular. Ella dice que esto es evidencia de lo difícil que es ver a los demás como plenamente humanos, y comenta que muchos hermanos y hermanas de piel blanca y algunas personas de piel de otro color niegan haber percibido o tratado alguna vez con prejuicios a personas que son racial o económicamente diferentes de ellas. Esto a pesar de estar arraigadas en instituciones y tradiciones racializadas y con conciencia de clase que presuponen que las personas que no son de piel blanca, las mujeres y otras personas son inferiores.
Esta realidad reconoce que, incluso con trabajo duro, todo el mundo vive dentro de sistemas que nos condicionan, nos guste o no o lo notemos o no, a incumplimientos que muestran prejuicios implícitos o explícitos. Y si no sabes a qué me refiero con prejuicio, es una preferencia a favor o en contra de una persona o grupo que interfiere o influye en el juicio justo. El prejuicio puede ser tanto consciente como inconsciente.
La inclusión es un componente vital para la iglesia, pero nuestro reconocimiento de cómo nos tratamos mutuamente, aprendemos mutuamente, compartimos el poder, nos relacionamos y nos involucramos con las diversas identidades que encarnamos es el testimonio que ofrecemos al mundo. Esto demuestra que esta inclusión influye profundamente en cómo las personas, como parte del cuerpo de Cristo, nos comportamos en un mundo que insiste en la exclusividad y no en la inclusión.
La primera vez que leí las diferencias entre lo que significa ser multicultural, transcultural o intercultural esto vino de la «Visión para convertirse en una iglesia intercultural» de la Iglesia Unida de Canadá.
La multiculturalidad, por ejemplo, es explicada de esta manera:
Vivimos una persona al lado de la otra.
Valoramos la tolerancia y celebramos la comida, la vestimenta, la música, el baile y otras expresiones culturales externas culturalmente distintivas de cada persona.
No se aborda ni se trabaja con las diferencias de poder. No se permite el intercambio entre estos grupos culturales y tiende a centrarse en la representación.
En el aspecto transcultural:
Hay algunas personas que traspasan fronteras.
Se intenta construir puentes entre comunidades culturales compartiendo, escuchando, aprendiendo y teniendo apertura al cambio.
A menudo las culturas se comparan o contrastan entre sí y una cultura se considera superior o inferior a otra.
Las diferencias de poder todavía no han sido abordadas o trabajadas.
Las diferencias culturales pueden ser entendidas, pero se gestionan de una manera que no permite una transformación colectiva.
Y luego está la interculturalidad.
Hay una mutualidad, reciprocidad e igualdad integrales.
Las estructuras sociales y las interacciones cotidianas son definidas por la justicia, la mutualidad, el respeto, la igualdad, la comprensión, la aceptación, la libertad, la diversidad, la pacificación y la celebración.
Las personas de diferentes grupos culturales interactúan entre sí, aprenden y crecen juntas, construyen relaciones y se transforman, y moldean a partir de las experiencias de las demás personas.
La atención se concentra en la construcción de relaciones (no en la supervivencia), en conexiones profundas, interacciones, dones mutuos, respeto y aprendizaje mutuo.
Nadie queda inmutable en el proceso intercultural; algunas personas examinan su propia cultura más profundamente; algunas personas cambian a través de su interacción con otras, muchas aprenden lo que significa ser comunidad en conjunto.
Se abordan y se trabaja con los desequilibrios de poder racial y cultural; las personas pueden aprender unas de otras y se dirigen hacia la transformación.
Pedro había sido desafiado por Dios y Dios le había enseñado que deseaba incluir en su familia a las personas que eran inesperadas, impuras e incluso percibidas como enemigas. Sin embargo, a él le costó trabajo mencionar a Cornelio por su nombre. En Gálatas, Pablo nos da más detalles de este asunto:
«Pues bien, cuando Pedro fue a Antioquía, le eché en cara su comportamiento condenable. Antes que llegaran algunos de parte de Jacobo, Pedro solía comer con los gentiles. Pero, cuando aquellos llegaron, comenzó a retraerse y a separarse de los gentiles por temor a los partidarios de la circuncisión».
Coexistir es simple y sencillamente insuficiente. Debemos esforzarnos por convertirnos en una iglesia inclusiva en un mundo excluyente y en una iglesia intercultural en una sociedad multicultural. El mero reconocimiento de la diversidad no es adecuado; la iglesia debe abrazarla y celebrarla activamente. Las personas que son parte de la iglesia deben reconocer la existencia de desequilibrios de poder raciales y culturales y comprometerse a brindar poder mutuamente mientras se aborda y se trabaja con los prejuicios implícitos.
Como iglesia, es imperativo valorar y celebrar las diversas contribuciones, perspectivas y experiencias que aporta cada individuo, esforzándose por interactuar y aprender mutuamente.
Como iglesia, es crucial abogar por la comprensión, el respeto y la empatía mutuos, fomentando un sentido colectivo de unidad e identidad compartida a pesar de las disparidades culturales.
Debemos pronunciar el nombre de Cornelio. Debemos acercarnos a la mesa y comer con las personas que son diferentes sin vacilaciones ni temores. Es esencial defender lo que Dios valora e intercambiar libremente los dones otorgados por el Espíritu Santo entre sí.
Manzana y Magnolia
Una de las cosas que me encanta del libro Apple and Magnolia (Manzana y Magnolia) es que está inspirado en investigaciones científicas que muestran que los árboles pueden comunicarse entre sí y cuidarse mutuamente.
Laura Gehl, la autora, comparte que, sus raíces están unidas a una red subterránea hecha de hongos que las conecta con otros árboles. En algunos bosques, casi todos los árboles (incluso los diferentes tipos de árboles) están unidos entre sí. Al utilizar la red, los árboles comparten recursos importantes como agua y nutrientes e incluso se envían señales de alarma entre sí. La comunidad científica a veces compara de manera jocosa a esta red con la Internet, ya que es un sistema asombroso de comunicación.
La humanidad tiene que aprender mucho de la naturaleza. Al celebrar el Día de la Tierra, recordemos que el corazón y la intención de Dios son crear un planeta tan diverso y hermoso, conectado de maneras que no podemos imaginar.
Y recordemos también lo que Audre Lorde dijo mucho mejor que yo:
“No son nuestras diferencias las que nos dividen. Es nuestra incapacidad para reconocer, aceptar y celebrar esas diferencias».
Utilicemos este ejercicio como oración familiar:
Comienza como una semilla, con los brazos cruzados contra el pecho.
Ahora crece. . . crece . . . crece . . . hasta que tu tronco (cuerpo) se mantenga erguido.
Mueve tus raíces (dedos de los pies) en el suelo.
Alza tus ramas (brazos) lo más alto que puedas. ¡Toca el cielo!
Agita tus ramitas (manos) para saludar a los pájaros y a otros árboles.
Agite tus hojas (dedos) con la brisa.
Toma las manos de la persona que está a tu lado… las raíces que fortalecen nuestras vidas.
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