Este sermón, basado en Rut 1:1-18, fue predicado por la Rev. Marissa Galván Valle el 3 de noviembre de 2024 (Propio 26). Es el primer sermón de una serie titulada «La gratitud y el don de...».
El don de la amistad
Cuando escuché a la pastora Candi hablar de Vanessa el domingo pasado, eso me recordó a una de mis mejores amigas en Puerto Rico. Esta amiga siempre parecía saber cuándo estaba desanimada y tenía una habilidad especial para ayudarme a buscar los «arcoíris y las mariposas» cuando más los necesitaba.
Al comenzar mi vida profesional, trabajaba desde casa. Recuerdo un día especialmente difícil en el que cuestionaba mis decisiones vocacionales. Me sentía triste, todo parecía carecer de sentido, y mi vida parecía no tener propósito. Era uno de esos momentos en que nuestra mente se inunda de pensamientos ansiosos que nos agobian.
De repente, escuché un auto detenerse frente a mi casa. Mi amiga salió y, sin vacilar, prácticamente me ordenó que saliera.
—Tú vienes conmigo —me dijo.
—¡Pero tengo cosas que hacer! No estoy vestida apropiadamente. ¡No tengo ganas de ir! —respondí, tratando de resistirme. Cabe señalar que esto no fue por la noche, sino a plena luz del día, en pleno mediodía, cuando se suponía que todo el mundo estaba trabajando.
—Vamos a salir.
—¿Pero a dónde vamos?
—No importa —me respondió, dejando claro que lo sabía pero no me lo iba a decir—. ¡Prepárate!
Esta amiga siempre ha tenido el poder de hacerme hacer cosas que creía no poder o no querer hacer. Una vez me hizo subir al techo de una casa de dos pisos solo para ver las estrellas. Otra vez me convenció de ir a la Mansión Embrujada en Disney World cuando juré que nunca lo haría. Así que, sin mucha opción, me subí al auto.
Nos llevó a El Yunque, uno de los lugares más hermosos de Puerto Rico, a una hora de mi casa. Allí, me guió hasta uno de los pequeños riachuelos que descienden de la montaña, me hizo pararme junto a ella sobre una gran roca y me pidió que permaneciera en silencio, con los brazos extendidos hacia el cielo, para orar y respirar, para encontrar la paz… ¡o quizás para conectar con algo que yo misma desconocía!
Y, cuando regresé de ese viaje, pude volver a ver los arcoíris y las mariposas.
Un regalo invisible de gracia
El pasaje de hoy nos cuenta varias historias sobre relaciones.
Nos habla de relaciones familiares: Elimelec y Noemí, junto con sus dos hijos, dejan su hogar en Belén y se trasladan a Moab en busca de una vida mejor para su familia.
Los dos hijos se casan con mujeres moabitas, estableciendo nuevas relaciones dentro de su comunidad adoptiva.
Sin embargo, cuando Elimelec y sus dos hijos mueren en el exilio, Noemí se enfrenta a una realidad diferente: debe construir una nueva relación con sus nueras, pero elige distanciarse de ellas cuando decide dejar Moab y regresar a su tierra natal.
Las palabras de Noemí en este momento son reveladoras. Dice:
—Vayan y regresen cada una a la casa de su madre. Que el SEÑOR haga misericordia con ustedes, como la han hecho ustedes con los difuntos y conmigo. 9 El SEÑOR les conceda hallar descanso cada una en la casa de su marido.
Y continúa:
—Vuélvanse, hijas mías. ¿Para qué han de venir conmigo? ¿Acaso tengo más hijos en el vientre que puedan ser sus maridos? 12 Vuélvanse, hijas mías, vayan; porque yo ya soy demasiado vieja para tener marido. Aunque dijera que tengo esperanza, y si esta noche yo tuviera marido y aun diera a luz hijos, 13 ¿esperarían ustedes hasta que crecieran? ¿Han de quedarse sin casar por causa de ellos? No, hijas mías, mi amargura es mayor que la de ustedes, porque la mano del SEÑOR se ha levantado contra mí.
Cuando Orfa decide partir y Rut se queda, Noemí le dice a Rut:
—He aquí, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete tú tras ella.
Existen varias interpretaciones sobre por qué Noemí insiste tanto en enviar a sus nueras de regreso.
Todas son viudas sin hijos, y tal vez una sola viuda tenga más posibilidades de sobrevivir que tres.
Noemí tampoco tiene nada que ofrecerles. Prefiere que se queden en un lugar donde tengan una mejor oportunidad de reconstruir sus vidas.
Quizá Noemí tenga miedo de no ser bien recibida en Belén si va acompañada de dos mujeres moabitas. La animosidad histórica entre Moab e Israel la hace considerar el riesgo de rechazo.
Pero hay una interpretación que resuena profundamente en mi mente: ella reaccionar así por todo lo que ha sufrido. Jared Alcántara compara a Noemí con otro personaje bíblico que pierde casi todo: Job. Describe la historia de Noemí como la historia de Job envuelta en otra envoltura. Ella pierde todo, y, al igual que Job, Noemí lucha con el por qué su dolor y su tragedia. Siente que el futuro es sombrío y, como Job, culpa a Dios por haberla abandonado.
En este estado de lamento y desesperanza, Noemí ofrece a sus nueras una salida. Quizás teme perderlas también. Como menciona Alcántara, la vida se le ha vuelto amarga; estarían mejor sin ella.
En medio de toda esta amargura, lamento, miedo y desesperanza —una respuesta natural al dolor profundo de Noemí— una relación se niega a romperse. Rut toma una decisión que la pone en una posición precaria: es una mujer sin esposo y, además, es moabita, lo cual la hace vulnerable en una tierra extranjera donde su origen podría ponerla en peligro.
—No me ruegues que te deje y que me aparte de ti; porque a dondequiera que tú vayas, yo iré; y dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, yo moriré; y allí seré sepultada. Así me haga el SEÑOR y aun me añada, que solo la muerte hará separación entre tú y yo.
Patricia Tull describe este acto de Rut como un regalo de gracia que Noemí no puede ver en ese momento… La gracia camina al lado de Noemí, invisible, y se niega a abandonarla. Ambas son viudas y, en términos materiales, Rut no tiene nada que ofrecer a Noemí salvo su presencia. Sin embargo, eso es suficiente. Tull explica: Rut actúa desde una visión pragmática y orientada a la acción. No argumenta en contra de las percepciones de Noemí ni afirma las suyas propias. Simplemente, se queda con ella.
Esa presencia inquebrantable es un regalo de gracia. Curiosamente, al final del libro, no es Noemí quien reconoce esto, sino las mujeres del pueblo, que expresan lo que Noemí quizá no se atreve a decir:
¡Alabado sea el SEÑOR, que hizo que no te faltara hoy un pariente redentor! ¡Que su nombre sea celebrado en Israel! Él restaurará tu vida y sustentará tu vejez porque tu nuera, que te ama y te es mejor que siete hijos, lo ha dado a luz.
Nos queda la duda de si, cuando Noemí «tomó al niño, lo puso en su seno y fue su ama», hubo palabras de gratitud en su corazón y en sus labios. No se nos dice… pero me gusta creer que sí las hubo.
La importancia de reconocer el don de la presencia con gratitud
Es irónico que, cuando sentimos más desánimo miedo, desesperanza o ansiedad, tendemos a comportarnos como tortugas: nos refugiamos en nuestro caparazón, alejando a las demás personas. En esos momentos, evitamos a otra gente, permanecemos en pasividad, nos enfocamos excesivamente en nuestros problemas y nos juzgamos por no ser o hacer lo que creemos que deberíamos ser o hacer.
Creemos en un Dios que puede manejar nuestra ira y nuestros miedos. También creemos en un Dios que nos rodea de recursos y de personas a las cuales aferrarnos cuando nos sentimos como Noemí o Job. Esto es un testimonio del amor y la gracia de Dios.
En el caso de Noemí, su recurso fue Rut. En nuestras vidas, entre tantas ansiedades y temores sobre el trabajo, la salud, el futuro y más, es vital reconocer a las «Rut» que nos rodean.
La presencia de estas personas y las relaciones que ofrecen son esenciales cuando sentimos depresión, ansiedad o desesperanza. Estas «Rut» nos brindan apoyo, comprensión y una sensación de conexión. Nos ofrecen estabilidad emocional y perspectiva, recordándonos nuestro valor y contrarrestando así los sentimientos de aislamiento y de autocrítica. Crean un sentido de pertenencia y resiliencia, ayudándonos a encontrar fuerzas en los momentos difíciles. Además, traen pequeños momentos de alegría y normalidad, dándonos un alivio necesario de las emociones más pesadas. Las relaciones de confianza incluso pueden animarnos a buscar más ayuda, reforzando la esperanza y la posibilidad de sanidad
Mi oración es que la familia de esta iglesia pueda ser ese regalo de gracia para ustedes. Mi oración es también que tengas otras «Rut» en tu vida: personas que se nieguen a rendirse a estar presente en tu vida, que sean tenaces en su amor, que caminen a tu lado y te ayuden a seguir adelante.
Pero hay otra parte en mi oración: oro para que puedas reconocer estos regalos de presencia —la presencia y la gracia de Dios, la presencia de seres queridos y esos regalos inesperados de compañía y gracia que aparecen una y otra vez en nuestras vidas— y que puedas dar gracias por ellos.
Esta gratitud puede volverse tangible a través de nuestra presencia mutua, especialmente en tiempos de dificultades y pruebas imprevistas. El amor fiel de Rut hacia Noemí ejemplifica una gracia y gratitud que resisten al miedo, la desesperanza y la ansiedad. Esa gratitud nos llama a una presencia comprometida, una que eleva y sostiene a las demás personas. En un mundo lleno de incertidumbre, donde el miedo y el odio parecen peligrosamente cerca de vencer, es a través de este regalo de presencia y nuestra respuesta de gratitud que encontramos la fuerza para resistir, seguir caminando, perseverar y luchar por la justicia y la gracia, ¡sin importar lo que suceda el día de las elecciones!
La gratitud puede:
Reducir nuestra ansiedad: Al enfocarnos en aquello por lo que damos gracias, calmamos la mente y reducimos la preocupación, encontrando estabilidad en tiempos difíciles.
Fortalecer nuestra resiliencia: La gratitud nos recuerda nuestras fortalezas y los momentos de apoyo y éxito pasados, preparándonos para enfrentar nuevos desafíos.
Promover la esperanza: Incluso los pequeños actos de gratitud pueden mejorar nuestro estado de ánimo, contrarrestando el miedo con esperanza y confianza.
Fortalecer nuestras relaciones: Expresar gratitud hacia las demás personas profundiza nuestras conexiones, ofreciéndonos consuelo y apoyo cuando más lo necesitamos.
Reconocer el don de la presencia y responder con gratitud como disciplina nos ayuda a descubrir la capacidad de «danzar» que mencionaba la pastora Candi la semana pasada. Y danzaremos, pase lo que pase, ¡porque Dios está aquí y por eso damos gracias!
Retomar los hilos
Jaime Clark-Soles, en su libro Women in the Bible, ofrece una hermosa reflexión sobre este pasaje que he traducido:
La narración describe una vida restaurada como un tapiz. La confusión de Noemí se presenta como el desenredo de los hilos de su vida familiar y comunitaria; la tarea de cada personaje (incluida la propia Noemí) es retomar esos hilos y tejerlos nuevamente, para reconstruir una vida en comunidad. Noemí necesita personas que recojan su historia y la entrelacen de nuevo al mundo (pp. 103–104).
Como comencé este sermón hablando de una de las «Rut» en mi vida, permítanme cerrarlo hablando de otra: mi mami. Ella es la tejedora constante en mi vida, trabajando incansablemente para entrelazarme nuevamente al mundo cada vez que lo necesito. Siempre que me siento abatida o como si lo hubiera perdido todo, ella permanece obstinadamente a mi lado.
Recuerdo cuando conseguí el trabajo que me llevaría de Puerto Rico a Louisville, Kentucky. La llamé y le dije: «¡Felicitaciones, mami! Ahora puedes jubilarte». ¡Daba por hecho que vendría conmigo! Pero… no tenía por qué hacerlo. Podría haberse quedado en un lugar familiar, en un entorno que conocía y amaba. Sin embargo, no lo hizo. Dejó todo atrás para venir conmigo a los Estados Unidos. Y una de las cosas que le digo casi todos los días es una frase simple: Gracias.
Gracias por venir conmigo.
Gracias por llevarme a todas partes.
Gracias por tu amor.
Gracias por ser mi mamá.
Nunca quiero que sienta que no aprecio todo lo que ha hecho y sigue haciendo por mí. Nunca quiero que olvide lo agradecida que está su hija a Dios por ella, por el regalo de su presencia, que me ha permitido vivir en una pequeña familia de dos durante toda mi vida.
Justo el otro día, ella me recordó su sabiduría. Me dijo: «Aunque estés ansiosa por las cosas, lo que sucederá, sucederá». Para quienes entienden el «lenguaje de Blanca», saben que esta es su manera de decir: «Dios está aquí siempre. Todo estará bien». Y por eso, por su presencia que me recuerda la presencia de Dios, estoy profundamente agradecida.
Referencias
[1] Jared Alcantara, "Commentary on Ruth 1: 1-18," in Connections: A Lectionary Commentary for Preaching and Worship, Year B, Volume 3, ed. Joel B. Green, Thomas G. Long, and Luke A. Powery (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2020), Epub edition.
[2] Patricia K. Tull, "Commentary on Ruth 1: 1-18," in Connections: A Lectionary Commentary for Preaching and Worship, Year B, Volume 3, ed. Joel B. Green, Thomas G. Long, and Luke A. Powery (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2020), e-pub edition.
[3] Jaime Clark-Soles, Women in the Bible (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2020), e-pub edition.
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