Hemos encontrado a los fariseos, y somos nosotros
En su comentario sobre el pasaje de Marcos, C. Clifton Black, profesor de teología bíblica, recuerda a quienes leemos que hay dos trampas que debemos evitar al interpretar este pasaje. La primera trampa es desestimar la importancia del Día de reposo en el judaísmo del primer siglo. Los fariseos y otras personas que seguían devotamente el judaísmo se tomaban muy en serio el mandamiento de Dios en Génesis, y no estaban haciendo un gran alboroto sin importancia cuando regañaron a Jesús y a los discípulos por no observarlo correctamente.
La segunda trampa es la tentación de censurar a los fariseos o pensar que solo son hipócritas moralistas. Como menciona Black, los fariseos eran considerados pilares de la comunidad honestos, devotos y creyentes en la Biblia, por lo que cualquier juicio contra ellos podría volverse en nuestra contra. ¿Por qué? Porque, como personas cristianas, podríamos ser consideradas los fariseos de nuestra era.
Black utiliza una vieja caricatura de Pogo Possum (comadrona) para explicar esto más a fondo. Al ver que el bosque donde vive está lleno de basura que los mismos habitantes han tirado por todos lados, Pogo dice: «Hemos encontrado al enemigo y somos nosotros».
Luego nos recuerda que cuando nos indignamos como personas cristianas por un perdón dado a alguien que creemos que no lo merece, o cuando juzgamos a alguien declarando que no es digno del amor de Dios, o cuando declaramos que la versión del cristianismo de otra persona es herejía, entonces podemos mirarnos al espejo y decir: «Hemos encontrado al fariseo… y soy yo».
Black nos plantea hoy la pregunta: ¿Cómo nos sentiremos cuando Jesús pase por encima de todo lo que consideramos definitivo en la conducta cristiana, incluso si lo encontramos en la Biblia? ¿Qué haríamos si Jesús reinterpretara algo que consideramos un principio esencial de nuestra fe?
Afligido por su dureza de corazón
Quizás estén pensando en personas que creen que están siendo desafiadas por estas preguntas. Pero les invito hoy a mirarse a sí mismos/as como un fariseo. Creen de todo corazón en el Día de reposo. Creen que Jesús está equivocado. No hay nada que Jesús pueda hacer para cambiar su manera de pensar.
El pasaje dice que Jesús, después de dos enfrentamientos con los fariseos, los miró “en derredor con enojo, dolorido por la dureza de sus corazones”.
¿Alguna vez les ha mirado alguien entristecido por la dureza de su corazón? ¿Cuál sería su reacción al recibir una mirada así? Recuerden, nosotros y nosotras somos los fariseos. Somos los que tenemos el corazón endurecido. Somos los que tenemos el corazón de piedra.
Si tuviera que responder a esta pregunta y hacer una autoevaluación… diría que mi reacción sería de tristeza. Pero al mismo tiempo, tendría que confesar todas las veces que he sido terca al enfrentar las cosas que siento que Jesús me ha llamado a hacer en mi vida.
Tendría que confesar las veces en que la amargura ha carcomido mi esperanza.
Tendría que confesar todas las veces que mi ira ha vencido a mi llamado a amar y perdonar.
Tendría que confesar las veces que he juzgado a otro ser humano sin siquiera hablar con él o tratar de entender de dónde viene.
¡Tendría que confesar todas las veces que he querido eliminar a alguien de Facebook!
Y déjenme aclarar que creo que a veces borrar a alguien de Facebook es bueno para nuestra salud mental, y que incluso Jesús se enojó de vez en cuando, como lo atestigua este pasaje. Pero él nunca se dio por vencido al amar. Nunca cerró una puerta por completo. Y nunca dejó de enseñar, sanar y amar. Si no me creen, pregúntenle al hombre de la mano seca sobre eso.
El amor sana un corazón de piedra
Cuando leí el versículo sobre los corazones endurecidos, pensé en una vieja canción de Lucía Méndez llamada «Corazón de piedra». La canción habla de una persona que ha tenido que enfrentar el desamor y, como resultado, siente que su corazón se ha convertido en piedra, incapaz de amar o sentir emociones profundas nuevamente.
Creo que toda persona aquí ha enfrentado el desamor, la ira y el dolor. Sin embargo, no podemos dejar que nuestros corazones se conviertan en piedra. Debemos abrir nuestras vidas al moldeado y la transformación de Dios. Debemos prestar atención a cuando Jesús pase por encima de todo lo que consideramos definitivo en la conducta cristiana, porque la única conducta que debemos seguir es la de Cristo. Eso es así, porque somos fariseos, después de todo. Somos seres humanos, después de todo… y debemos admitir nuestra necesidad de aprender, de abrirnos a la transformación divina y de crecer.
Hay maneras de mantener nuestros corazones abiertos. Traci Smith, pastora y escritora presbiteriana, ha compartido algunas maneras de hacer crecer nuestra fe durante el verano, y quiero compartirlas con ustedes.
Salgan a caminar por la naturaleza: La tierra es un regalo que Dios nos dio. ¿Qué notan cuando salen a caminar al aire libre? ¿Pueden encontrar algo en cada color del arcoíris? Compartan pensamientos como familia.
Pasen un domingo tranquilo: El Día de reposo es la práctica de bajar las revoluciones de la vida y dejar de lado el trabajo. El verano es el momento perfecto para hacer esto en familia. El domingo, después de la iglesia, ¡pasen un día tranquilo! No trabajen ni hagan compras. Relájense y disfruten de su familia y amistades. ¡Tómense un descanso! Esta es la práctica del Día de reposo. Intenten hacer esto durante muchos domingos seguidos.
Cuiden del planeta tierra: ¿Se van de vacaciones? Tomen un momento para dejar el lugar que visiten en mejor condición de lo que lo encontraron. Den gracias a Dios por la tierra y por todos sus hermosos lugares para visitar. Si no van a ir a ningún lado, pueden hacer esto cerca de su casa. ¡Imaginen lo que sucedería si cada persona recogiera una bolsa de basura!
Picnic de gratitud: Lleven su cena a un parque. Una vez que todo esté listo, pidan a cada persona que mencione las cosas por las que dan gracias. ¿Hay algo especial en el picnic? A veces, cuando salimos de nuestra rutina normal, podemos ver cosas familiares de nuevas maneras.
Y agregaría una más... conversen en familia con personas que tengan un punto de vista diferente al suyo. Hagan preguntas. Escuchen con empatía. Hablen sobre cosas que les resulten familiares. No tengan miedo a hablar de cosas importantes. Y practiquen la honestidad. Puede que sientan ira y dolor, tal como lo sintió Jesús. Pero... no se rindan. No excluyan a las personas. Esa es una de las diferencias entre Jesús... y nosotros/as... los fariseos. Y por eso nosotros y nosotras, que somos fariseos, siempre recibimos la oportunidad de cambiar, de crecer, y de aprender.
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