Conocerás la verdad y la verdad te hará libre
- Marissa Galvan
- 27 oct 2024
- 5 Min. de lectura
Este fue el sermón predicado el 27 de octubre por la Rvda. Candasu Vernon Cubbage.

Conocerás la verdad y la verdad te hará libre. ¿Realmente queremos ser libres? Eso depende de lo que creamos que significa la libertad.
Cuando Jesús tuvo esta conversación con algunas de las personas que lo seguían, respondieron:«Estamos orgullosos de ser descendientes de Abraham. ¡Somos el pueblo elegido y nunca hemos sido esclavos de nadie! ¿Qué quieres decir con que seremos libres? ¡Ya somos libres!».
¿Nunca habían sido esclavos? ¿Acaso no conocían su propia historia? Tal vez la habían olvidado, como cuando fueron esclavos en Egipto.
¿Se les había olvidado cuánto sufrían bajo la opresión de los egipcios? ¿Cómo los hacían trabajar con dureza en la fabricación de ladrillos y mortero, además de todo tipo de tareas agrícolas?
¿Olvidaron a Moisés exigiendo al faraón: «Deja ir a mi pueblo»?¿Cómo pudieron olvidar esto si, año tras año, celebraban la Pascua para dar gracias a Dios por haberlos liberado de la tierra de Egipto?
Pero Jesús no les recordó esa historia de esclavitud. En su lugar, les dijo:«Les aseguro que todo el que comete pecado es esclavo del pecado. Un esclavo no tiene lugar permanente en la casa, pero el hijo siempre tiene un lugar allí. Así que, si el Hijo los libera, serán verdaderamente libres» (Jn 8:34-36).
Una vez más, vivimos en una época en la que las personas suelen desconocer su historia.Muchas, incluyéndonos, no sabemos quiénes fueron nuestras antepasadas y antepasados, ni qué hicieron o creyeron.
De hecho, algunas personas —nosotras también a veces— no comprendemos del todo lo que significa seguir a Jesucristo.
Jesús nos enseña:«Si permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Jn 8:31-32).
A menudo pensamos que la libertad tiene que ver con quién tiene autoridad sobre nuestras vidas: quién nos dice qué hacer, pensar o ser. Sin embargo, Jesús enseñó que la verdadera libertad radica en ser discípulas y discípulos y en permanecer en su palabra.
Permanecer implica conocer quién es Jesús, qué enseñó y qué hizo. Significa esforzarnos no solo en entender sus palabras y acciones, sino también en vivir como él vivió.
Cuando vivimos siguiendo sus enseñanzas, experimentamos la verdad, y esta verdad nos hace libres, sin importar quién tenga poder sobre nuestras vidas o crea tenerlo.
Somos libres para ser quienes realmente somos. Somos libres para conectar con otras personas. Somos libres para actuar y cometer errores —y, ciertamente, los cometeremos—.
Pero también somos libres para enmendar, renovar y restaurar nuestras acciones y relaciones.Somos libres para revivir, reformar y renacer.
De esto se trata la Reforma: somos libres para realizar cambios que mejoren nuestras vidas, las de las demás personas, nuestras relaciones, la iglesia y el mundo.
Muchos piensan que la Reforma comenzó el 31 de octubre de 1517, cuando Martín Lutero, un monje y maestro, publicó sus 95 tesis en Wittenberg, Alemania. Pero, en realidad, la Reforma ha estado ocurriendo desde el principio del mundo.
Cuando Dios creó el mundo, lo vio y dijo: «Es bueno» (Gn 1:31). Sin embargo, una vez que el ser humano se involucró, no pasó mucho tiempo antes de que el pecado se interpusiera entre Dios y su creación.
El pecado, en este contexto, es todo aquello que se interpone entre nuestra relación con Dios y las demás personas. La separación causada por el pecado requiere restauración, renovación y reforma constantes.
Como Iglesia Presbiteriana, creemos en la Reforma continua: «Reformados y siempre siendo reformados según la Palabra de Dios».
Hace un año, la pastora Candi pidió oraciones por Vanessa, una joven que acababa de recibir un diagnóstico de cáncer terminal. Los médicos le daban apenas dos meses de vida. A pesar del pronóstico devastador, Vanessa decidió vivir cada día al máximo.
Un año después, Vanessa sigue viva. Aunque su enfermedad persiste, y hay días en que se siente débil, también tiene días en los que baila, pinta, hornea galletas y se acurruca con sus hijos.
Vanessa escribió en su blog, titulado «La Danza», lo siguiente:
«Había vida antes de ser paciente de cáncer y hay vida ahora.Sé que muchas de las miles de personas [que se encontraron en el camino de los huracanes recientes] a partir de este momento clasificarán las cosas como "antes de Helene" y "después de Helene".La tragedia hace esto. Las experiencias traumáticas que antes eran inimaginables nos alteran. Para siempre. De esta manera me relaciono. De esta manera me conecto, sintiendo el dolor colectivo de existir como ser humano, con tantas cosas fuera de nuestro control que causan sufrimiento.Y... me atrevo a permitir que el dolor sea un portal hacia una autenticidad más profunda, hacia una vitalidad más plena. Miro las fotos y los videos que me comparten mis amistades… lo publiqué en las redes sociales y dejé que mi corazón se hiciera añicos, incluso mientras siento la adrenalina recorriéndome y la creencia en la transformación brotando de mi espíritu.Esta creencia se parece más a un "conocimiento", a un saber que me ha sido dado por una fuerza exterior a mí, pero más cercana que mi propia piel.Un conocimiento al que me abro a recibir y, al hacerlo, me coloco en una posición desde la cual puedo ver el poder que tenemos como seres humanos para experimentar una metamorfosis increíble...Seguiré enfatizando que no sostengo una teología que sugiera que existe un Dios con tal desesperación por recibir gloria que nos inflige cosas como el cáncer, desastres naturales u otras tragedias, solo para luego crear algo hermoso a partir del horror. Sin embargo, siento que todo en mi vida ha culminado en este momento, llevándome a esta posición casi increíble: la de dar testimonio del poder y la libertad que encontramos cuando nos entregamos a esta danza entre la alegría y el sufrimiento, la vida y la muerte.Hoy parece que se me pide recordar que la experiencia humana rara vez es una cosa u otra, sino casi siempre ambas.Y así, con ese recuerdo, reconozco que, aunque no estoy en medio del desastre total causado por Helene, sí sé lo que es encontrarse, repentina y sorprendentemente, en lo que parece un universo alternativo: enfrentarse a una crisis tan grave y sombría que resulta difícil imaginar no sentirse mareada por la desorientación. Se nos permite sentir desconsolación por la pérdida monumental que sufren tantas personas… y, al mismo tiempo, confiar en la importancia esencial de creer en los arcoíris y las mariposas. No de una manera de positividad tóxica, sino desde un lugar de compromiso para ver y ver de verdad.Desde un lugar de compromiso, para arriesgar la esperanza y los arcoíris que la simbolizan.Desde un lugar de creer en la transformación, porque las mariposas simbolizan el renacer de la muerte.Que viva el descorrer el velo, desenterrar lo que ha estado oculto y ampliar nuestra capacidad para asimilar las maneras en que el Espíritu nos invita a experimentar la vida y la vitalidad en el momento presente. Aceptemos que esta vitalidad a menudo surge en conexión directa con la muerte, la decadencia y la devastación».
Recordemos que la verdad nos hace libres para revisar, restaurar, revivir y reformar nuestras vidas por la Palabra de Dios.
Amén.
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